[…]Tra i drammi che aveva dovuto vivere Nanda Pivano c’erano stati l’arresto per avere tradotto “Addio alle armi” di Hemingway, giudicato troppo pacifista e lesivo dell’onore dell’esercito italiano; e la prigione, quando si scoprì il trucco inventato da Pavese per aggirare la censura fascista, consistente in una semplice ma efficace “s” puntata, che trasformò – per i clerico-fascisti di allora – l’Antologia di Spoon River in una potabile “Antologia di S. River”.
Ironia a parte, arresto è arresto e galera è galera, comunque e sempre. Figurarsi in quegli anni bui. Ancora più osceni – arresto e galera – se a subirli è una ragazza di ottima famiglia e ben istruita, con laurea in lettere (tesi sul Moby Dick di Melville) e laurea in filosofia (tesi sull’esistenzialismo, relatore Nicola Abbagnano). “Divenne superproibita l’Antologia di Spoon River in Italia”, ricordò anni dopo Pivano: “Parlava della pace, contro la guerra, contro il capitalismo, contro in generale tutta la carica del convenzionalismo. Era tutto quello che il governo non ci permetteva di pensare… e mi hanno messo in prigione e sono molto contenta di esserci andata”.
E pensare che tutto era nato per sfida, o per scherzo, quando la giovane Nanda chiese al proprio mentore Pavese di spiegarle la differenza tra letteratura inglese e letteratura americana. E per tutta risposta Cesare le mise in mano quel librino di Edgar Lee Masters. Che Nanda aprì a caso, a metà, restando folgorata dai versi: “Mentre la baciavo con l’anima sulle labbra / l’anima d’improvviso mi fuggì”. “Chissà perché questi versi mi mozzarono il fiato”, commentò anni dopo la traduttrice, aggiungendo: “E’ così difficile spiegare le reazioni degli adolescenti…”.
Quella di parlare agli e degli adolescenti, in fondo, è stata la vera vocazione di Fernanda Pivano, dai tempi della galera fascista a quelli della militanza radicale negli anni Settanta, fino alla splendida vecchiaia nel nuovo millennio. E come adolescenti fragili e geniali – adolescenti cresciuti male e in fretta – trattò sempre i “suoi” poeti, dopo che nel 1947, al Gritti di Venezia, Hemingway la redarguì con un “Daughter, questa non me la dovevi fare!”, quando la scoprì completamente astemia.[…] | Entre los dramas que Nanda Pivano había tenido que vivir, se encontraban el arresto por haber traducido "Adiós a las armas" de Hemingway, considerado demasiado pacifista y ofensivo para el honor del ejército italiano; y la cárcel, cuando se descubrió el truco inventado por Pavese para eludir la censura fascista, que consistía en una simple pero efectiva "s" punteada, que convirtió - para los clericofascistas de aquel entonces - la Antología de Spoon River en una bebible "Antología de S. River". Bromas aparte, arresto es arresto y cárcel es cárcel, de todas formas y siempre. Imagínate en aquellos años oscuros. Aún más repugnantes - el arresto y la cárcel - si quien los sufre es una joven de buena familia y bien educada, con una licenciatura en letras (tesis sobre "Moby Dick" de Melville) y una licenciatura en filosofía (tesis sobre el existencialismo, con Nicola Abbagnano como tutor). "La Antología de Spoon River se volvió súper prohibida en Italia", recordó años después Pivano: "Hablaba de la paz, en contra de la guerra, en contra del capitalismo, en general, en contra de toda la carga de convencionalismo. Era todo lo que el gobierno no nos permitía pensar... y me metieron en prisión, y estoy muy contenta de haber ido". Y pensar que todo había comenzado como un desafío o una broma, cuando la joven Nanda le pidió a su mentor, Pavese, que le explicara la diferencia entre la literatura inglesa y la literatura estadounidense. Y como respuesta, Cesare le entregó ese librito de Edgar Lee Masters. Nanda lo abrió al azar, a la mitad, quedando impactada por los versos: "Mientras la besaba con el alma en los labios / el alma de repente huyó de mí". "Quién sabe por qué estos versos me dejaron sin aliento", comentó años después la traductora, añadiendo: "Es tan difícil explicar las reacciones de los adolescentes...". Hablar a y sobre los adolescentes, en el fondo, fue la verdadera vocación de Fernanda Pivano, desde los tiempos de la cárcel fascista hasta los años setenta de militancia radical, hasta su espléndida vejez en el nuevo milenio. Y como adolescentes frágiles y geniales, adolescentes malcriados y que crecieron rápido, siempre trató a "sus" poetas, después de que en 1947, en el Gritti de Venecia, Hemingway la reprendió con un "¡Hija, no me debiste hacer esto!", cuando la descubrió completamente abstemia. [...] |