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English to Spanish: The Anti-Fascist Climate and the Italian Intellectual Exile in Interwar Argentina General field: Social Sciences Detailed field: History
Source text - English EL CLIMA ANTIFASCISTA Y EL EXILIO INTELECTUAL ITALIANO
EN LA ARGENTINA DE ENTREGUERRAS
Ricardo Pasolini
(IEHS-CONICET)
El fuerte peso de la cultura política de los nacionalismos y por ende de las derechas en la vida política argentina ha instalado la percepción de que una línea autoritaria guía la política local durante gran parte del siglo XX. Sin embargo, hacia mediados de los años ’30 otras vertientes ideológicas y culturales alimentaron pasionalmente los debates, y así, el tema del antifascismo se volvió un componente muy importante en las identidades de las diferentes familias políticas argentinas, pues fue dejando de ser un tema circunscripto solamente a la importante comunidad italiana en Argentina desde que a mediados de la década de 1920 comienzan a llegar los primeros exiliados políticos del fascismo, para convertirse en un tópico que alimenta la contienda política local. Es que las referencias políticas ahora se internacionalizan, y la disputa fascismo-antifascismo se vive como propia.
Así, van surgiendo diferentes entidades antifascistas, pero es en el mundo intelectual donde su impacto se hace más visible.
Varias causas actúan en el origen del antifascismo intelectual argentino: la influencia de las asociaciones culturales del antifascismo francés –como el Comité de Vigilance des Intellectuels Antifascistes-–; las organizaciones de solidaridad internacional en defensa de los perseguidos por el fascismo; el cambio en la estrategia de la Internacional Comunista en favor de los frentes populares; y, por último, causas locales como las políticas cada vez más restrictivas del gobierno del presidente Agustín P. Justo respecto de los opositores políticos, que tienden a favorecer a los sectores más autoritarios del nacionalismo y el antisemitismo local.
En este sentido, lo que caracteriza este momento de la historia política y cultural argentina es la expansión de los tópicos del antifascismo, los cuales se expresaron en innumerables experiencias políticas y culturales, a veces como estrategias que escondían en el marco de la constitución de frentes populares, un clasismo residual pero aún activo. Otras veces, como sensibilidad ideológica, como un estado de los sentimientos políticos que motivó mecanismos informales de asistencia y ayuda a los refugiados, pues se advierte a partir de 1935 que el conflicto fascismo-antifascismo se dirime tanto en cada una de las naciones europeas como en la Argentina.
Por eso no sólo la Guerra de España impactará en amplios sectores de la opinión pública argentina constituyendo nuevas formas de solidaridad internacional contra el fascismo que en un extremo alcanza a manifestarse en el número de 500 voluntarios locales en las Brigadas Internacionales en España.[1]. Sino también, una serie de “ “acontecimientos claves”” que movilizan -–—desde la lucha en contra del antisemitismo y de la política inmigratoria restrictiva del gobierno de Justo hasta las respuestas locales frente a la muerte de Henri Barbusse y el asesinato de los hermanos Rosselli, líderes en el exilio del movimiento antifascista italiano Giustizia e Libertà -–—, un amplio abanico de experiencias asociativas culturales u obreras, la creación de publicaciones periódicas en la clave del compromiso político y la actividad de ciertos partidos políticos y grupos culturales, que comienzan ahora a articular desde sus dinámicas y tensiones internas el problema del antifascismo.
Es decir, el antifascismo que estaba presente en un modo periférico en las comunidades de inmigrantes italianos desde mediados de los años ’20,{REMOVE} se transforma ahora en un tema de política nacional. (Pasolini 2009: 149-165).
La hipótesis del antifascismo como un conjunto de afectividades ideológicas convergentes se afirma aún más cuando se observa la amplitud de las manifestaciones asociativas y culturales que involucraron la acción de muchos intelectuales argentinos bajo el tópico del antifascismo. Un interesante campo de observación de este fenómeno lo representa el conjunto de respuestas que desde Argentina se dieron ante el exilio de los intelectuales judíeo-italianos que debieron emigrar debido a la aplicación de las “leyes raciales” de 1938, por parte del régimen fascista de Mussolini.[2]. El ejemplo es interesante en términos metodológicos porque permite mantener una comparación transversal entre grupos intelectuales de diversas latitudes y tradiciones, y sus vínculos con los exiliados, al tiempo de poder observar una serie de relaciones locales particulares: por un lado, entre antifascismo global y opinión pública y, por el otro, entre antifascismo italiano en Argentina y antifascismo argentino. Es decir las relaciones entre la dimensión étnica y la dimensión política a propósito del tema del exilio intelectual.[3].
En un artículo publicado en 1989, Lore Terracini planteó que el tema de la mini-diáspora de intelectuales italianos hacia Argentina durante los años del nazi-fascismo,[remove] no había generado todavía un estudio sistemático (1989: 335-369). Sólo se contaba con un conjunto de testimonios variados que incluían desde las memorias de los protagonistas hasta una serie de artículos en periódicos que rememoraban la actuación particular de los más notables. La excepción era el estudio de Ada Korn sobre los aportes de italianos a la cultura argentina, pues presentaba una mirada de conjunto proponiendo una periodización en tres etapas que diferenciaba entre “«Quelli di prima”», es decir, los que habían llegado a la Argentina desde el período de la gran inmigración (1880-1930), “«Gli indesiderabili” », aquéellos perseguidos por el fascismo tanto por su carácter antifascista como por la condición de judíos, y “«Quelli successivi”», aquéellos que llegaron después de la Segunda Guerra Mundial (Korn 1983: 172-196).
El artículo de Terracini vino a llenar en forma preliminar ese vacío historiográfico pues abordó en forma sistemática este problema a partir del estudio de un corpus de 11 emigrados, que compartían la condición de ser universitarios judíos. Entre ellos, los médicos Amedeo Herlitzka, Renato Segre, Eugenia Sacerdote de Lustig y Leone Lattes; el matemático Beppo Levi; el físico Andrea Levialdi; el filósofo Rodolfo Mondolfo; el geómetra Alessandro Terracini y su hermano Benvenutto Terracini (lingüista); el sociólogo Renato Treves y el profesor Giovanni Turin.
A partir de memorias, fuentes oficiales italianas y recuerdos directos, pues Lore Terracini era hija de uno de los exiliados -–Alessandro Terracini-– y en su infancia había experimentado el proceso de la emigración y el exilio, la autora pasa revista a los itinerarios biográficos y se detiene básicamente en tres problemas: el porqué de la elección de la Argentina como país de destino; las modalidades de inserción laboral, y la relación con Italia luego de la caída del fascismo.[4]. Entre las razones de la elección de la Argentina, la autora encuentra que para los exiliados italianos, el idioma español representaba problemas menores respecto del inglés, de allí la no elección de otros destinos. Sin embargo, no descarta que las oportunidades de trabajo ofrecidas desde aquí también jugaran un rol importante. Así todo, las modalidades de inserción laboral,[remove] asumieron algunas variantes significativas que muestran un escenario de recepción medianamente favorable. Por ejemplo, Levi, Segre, los dos Terracini y Treves,[remove] encontraron su estabilidad laboral en las universidades del interior del país (Universidad Nacional de Tucumán), mientras que Mondolfo, Levialdi y Turin,[remove] debieron peregrinar entre diversos espacios intelectuales. Otros exiliados, como los médicos Herlitzka y Lattes, pese a su gran fama internacional, no actuaron en universidades y se dedicaron a actividades privadas ligadas con sus profesiones (Terracini 1989: 356 y ss.).
La relación con Italia sin duda fue contradictoria. Atípicos entre los emigrantes italianos debido a su carácter profesional y al carácter forzado de su decisión, también lo fueron respecto de la emigración de judíos: los exiliados italianos no hablaban yidish, no eran particularmente ortodoxos y estaban fuertemente vinculados a la cultura laica y humanista italiana. En algún sentido, una consecuencia de la leyes raciales fascistas fue en general la recomposición de una identidad en clave judía, hasta el momento adormecida y en proceso de integración a la sociedad italiana.[5]. En efecto, hacia 1933 un intelectual italiano de origen judío como Arnaldo Momigliano –más tarde exiliado en Gran Bretaña-–, había sostenido que “«la storia delle comunità ebraiche in Italia s´identifica con quella della formazione della loro cosciencia nazionale italiana e che tale formazione è paralella a quella della cosciencia nazionale nei piemontesi o nei napoletani o nei siciliani”» (Dionisotti 1987: 558 y ss.).
A diferencia de los intelectuales judío-alemanes exiliados en Europa o Estados Unidos, quienes no podían dejar de identificar Alemania con el nazismo, cortando todo vínculo incluso lingüístico y cultural, los italianos judíos en la Argentina fueron menos drásticos con la interrogación acerca de la ““italianidad”” y en disolver sus lazos con Italia[6]. Más allá de coyunturas desfavorables, entre Italia y el fascismo era posible establecer una distinción animada por las diferentes formas de resistencia que se desarrollaban tanto en las comunidades del exilio, como la que se estaba dando en el interior mismo de Italia[7]. En efecto, la estrategia de resistencia del comunismo italiano de los años treinta, no pocas veces evaluó que se podían admitir las manifestaciones de desacuerdo que podían nacer del seno del propio régimen fascista como un componente importante de la confrontación antifascista.[8].
Después de la Liberación, se abrió la posibilidad de que los emigrados retornaran a sus cátedras italianas. Amedeo Herlitzka, Leone Lattes, los hermanos Terracini y Renato Treves, regresaron entre 1946 y 1951. Andrea Levialdi lo hizo en 1962. Pero Rodolfo Mondolfo, Renato Segre y Beppo Levi prefirieron quedarse en la Argentina.[9]. El perfil de esta emigración se entiende mejor desde una perspectiva global como la que han expuesto Eleonora Smolensky y Vera Vigevani Jarach (1998). Para las autoras, quienes han estudiado desde la historia oral el fenómeno de la emigración judía de origen italiano entre 1938 y 1942, una de las particularidades de esta colectividad reside en la fugacidad de su existencia: “«surgida ante la necesidad de sustituir los vínculos sociales perdidos se fue disolviendo a medida que desaparecían los factores de coersióncoerción”». Si bien algunos de los casos estudiados coinciden con los presentados por Terracini, Smolensky y Jarach infieren de un total de alrededor de 60 entrevistas, la experiencia colectiva de cerca de un millar de judíos italianos arribados a la Argentina durante el período mencionado. El resultado del proceso ha sido la integración plena en la sociedad receptora, de tal suerte que en la actualidad los hijos y nietos de los exiliados se inscriben en categorías culturales y religiosas alejadas de las originales.
También Bruno Groppo ha abordado el fenómeno de la emigración judía italiana en Argentina, y ha problematizado sobre el uso de categorías tales como “emigración política” o “exilio político”, para dar luz sobre una población que si bien emigró por causas de naturaleza política –la persecución y la discriminación antisemita- no tenía en su mayoría un componente de militantes políticos que pudieran ser asimilados con la figura del exiliado. (Groppo 2002: 39 y ss)
Volviendo al núcleo original de exiliados universitarios italianos me propongo presentar aquí algunas ideas respecto de la relación entre los exiliados de origen intelectual y ciertas experiencias antifascistas argentinas durante la década de 1930. Inspirado en la idea señalada por Fernando Devoto respecto de la necesidad de analizar las experiencias migratorias en clave comparativa, teniendo en cuenta el impacto sobre los emigrantes de los diferentes contextos de la sociedad de arribo (Devoto 2003: 8), mi hipótesis inicial plantea que los intelectuales italianos que llegaron a la Argentina entre 1938 y 1941, como consecuencia de la aplicación de las “leyes raciales” del fascismo, intentaron sus estrategias de inserción fundamentalmente a partir de las posibilidades que les abría su status socio profesional, en general de formación universitaria.[10]. La ligazón con las asociaciones antifascistas italianas en Argentina jugaron algún rol aunque secundario, más visible hacia el final del período que en el principio del proceso de residencia argentina de algunos de los exiliados. Por ejemplo, Renato Treves recuerda que conoció a Gino Germani en junio de 1941, en la ocasión de una conferencia que dictara en el Instituto de Sociología de la Facultad de Filosofía y Letras. Su vinculación fue primero intelectual en el marco de las actividades del Instituto, y más tarde política. El exilio de Germani puede ser pensado como un contraejemplo del devenir de los exiliados judío italianos, en la medida en que aquí jugaron más fuertemente los lazos y las afinidades políticas. En efecto, Germani había llegado a la Argentina en 1934 luego de haber sufrido un arresto y algunos meses de confinamiento político en Italia. Se vinculó al grupo antifascista que integraba el empresario Torcuato Di Tella, y se inscribió en la Facultad de Filosofía y Letras donde más tarde fue investigador, colaborando con el historiador Ricardo Levene, el director del Instituto[11]. Ya hacia finales de 1934 y principios de 1935, Germani había colaborado en L’Italia del popolo, un periódico fundado en Buenos Aires en 1917, y que para mediados de los años treinta había adoptado una línea de izquierda independiente pro republicana. Otros artículos aparecieron por esos años en el periódico antifascista La Nuova Patria, donde Germani abogó por la unidad de las fuerzas del antifascismo italiano en Argentina, desde la perspectiva de un joven emigrante que intentaba mostrar que el propósito de disciplinar a la juventud dispuesto por el régimen fascista no había alcanzado los objetivos esperados, y era posible advertir un antifascismo afectivo en la juventud italiana. Lo interesante de la etapa antifascista de Germani es que allí se asentarán gran parte de las preocupaciones sobre el funcionamiento de la sociedad, las formas de opresión estatal y el rol de la juventud en los regímenes autoritarios, que desarrollará más tarde desde una perspectiva teórica cercana al estructural-funcionalismo de T. Parsons (Germani 2004: 45 y ss.). El caso de Germani también es interesante pues ilustra un itinerario particular: un ejemplo de emigración por causas políticas que deviene en el ingreso al mundo intelectual en el país receptor, y desde allí en la promoción de una carrera académica de perfil internacional.
Así todo, para los exiliados que habían formado parte del régimen o para a quienes el régimen reconocía como aliados -–– como por ejemplo, el importante empresario Gino Olivetti había sido presidente de la Confederazione Fascista della Industria, y Margherita Sarfatti, antigua amante de Mussolini, ocupaba un lugar importante en la cultura fascista-– otros espacios como el Círcolo Italiano o la Banca Commerciale Italiana actuaron como ámbitos de socialización de estas elites, donde la categorización entre fascistas o antifascistas dejaba de tener el contenido que se evidenciaba en las organizaciones políticas mismas (Cannistrato y Sullivan 1992: 355, 383 y ss). Otro caso es el de Gino Arias, también emigrante de origen judío que tenía fuertes vinculaciones con el régimen en Italia pero que las leyes raciales obligaron al exilio. Desde 1933, Arias había visitado la Argentina invitado por el Instituto Argentino de Cultura Itálica y la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, y se convirtió en un fuerte propagandista de la política económica corporativa frente al socialismo de estado[12].
LONG SENTENCE: Para el caso de los otros intelectuales, es factible pensar que las redes de solidaridad de los intelectuales antifascistas argentinos -–—de tradición democrática y liberal-–— tuvieron una importancia mayor que aquéllas de origen étnico sin duda porque el status profesional de este sector sumaba un elemento novedoso en la composición del flujo migratorio italiano tradicional (trabajadores manuales más o menos cualificados), y porque su condición de judíos introducía un elemento más de disrupción en el ya conflictivo mundo asociativo del antifascismo italiano en Argentina, pues intervenía agudizando las tensiones entre los fuoriusciti de prima data y unos exiliados que hasta el momento de las “leyes raciales” se encontraban más a menos acomodados en el marco de las posibilidades institucionales que brindaba el régimen en Italia[13].
Por otra parte, es necesario recordar que aquellos que provenían de ámbitos universitarios en Italia,[remove] tenían en los hechos al menos un ámbito de connivencia con el fascismo ya que por ejemplo habían pasado -–aunque fuese por simulación-– por el juramento de fidelidad al régimen de todos los profesores impuesto en agosto de 1931.[14]. En este sentido, Renato Treves ha indicado que si en la emigración política el componente judío no fue relevante, tampoco en la emigración judía el componente político tuvo una importancia particular.[15]. Así todo, Aldo Garosci ha sido claro al señalar que si bien no es posible hablar de un antifascismo judío -–—tesis que más tarde retomará De Felice en su Storia degli ebrei italiani sotto il fascismo-–—, “la presenza all´estero, e sia pure in lontani paesi, come il Brasile e l’Argentina, di uomini come Rodolfo Mondolfo, Renato Treves, Tullio Ascarelli era indubbiamente un apporto al prestigio intellettuale dell´antifascismo emigrato”. [16].
Un nuevo internacionalismo
¿Cómo actuaron los intelectuales argentinos ante la experiencia de la diáspora intelectual italiana? Aquí cabe señalar algunos elementos que están presentes desde mediados de la década de 1930, como lo es el sentimiento más o menos difundido de una nueva solidaridad internacional no fundada ya sobre el tópico marxista del obrerismo, sino en la defensa de los derechos espirituales de la clase intelectual universal, ante el ataque sufrido por las políticas restrictivas de los estados fascistas. La idea de una “república general de la inteligencia” es visible hacia 1925 cuando se constituye en París, en el seno de la Sociedad de las Naciones, el Institut International de Coopération Intellectuelle (IICI). Preocupado por legislar de forma corporativa sobre temas tales como los derechos de autor, los derechos de traducción, el intercambio cultural entre los intelectuales, científicos y escritores de todos los países, y los problemas de la organización intelectual, el IICI se inspira en una perspectiva pacifista que pretende construir en esta comunidad internacional los acuerdos que los gobiernos no lograron cuando se desatara la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, en el clima del antifascismo cultural de los años treinta y rehuyendo dea las definiciones que tuvieran el marco político nacional como referencia, el IICI apeló no sólo a la metáfora de la “république des esprits” sino a la idea de la extensión internacional de la noción del “intellectuel républicain”, como un modelo de actuación cultural que aseguraba el ejercicio de un humanismo racionalista (Trebitsch: 1998: 58).
Con más beligerancia, hacia 1938 tanto L’ Association Internationale des écrivains pour la défense de la culture (AIEDC) -–de inspiración cominterniana-–, como los PEN Clubs (que se definían por su independencia ideológica), acordarán una serie de acciones comunes en favor de los escritores víctimas de las persecuciones en los regímenes fascistas, en las que se declararán abiertamente opositores a toda forma de persecución racial o cultural, y en particular a las más recientes persecuciones antisemitas (Racine 1998: 39). El dato revela hasta qué punto el clima político internacional obligaba a definiciones más contundentes respecto del fascismo en los núcleos intelectuales, pues en la oportunidad del Congreso del PEN Club celebrado en Buenos Aires en 1936, en virtud de un pacto de no agresión entre los escritores, se había mantenido una posición de neutralidad respecto de un tema tan candente como la Guerra Civil Española, obligando incluso a retirar la moción de homenaje a Federico García Lorca, presentada luego del asesinato del poeta por la delegación española y catalana.[17].
Otras manifestaciones de solidaridad con los perseguidos por el fascismo están presentes en Argentina desde abril de 1935, como el Comité de Ayuda a las víctimas del fascismo en España, filial local de su homónimo parisino, presidido internacionalmente por el profesor Henri Wallon, e integrado en Buenos Aires por Alfredo Palacios, Aldo Cantoni, Augusto Bunge, Benito Marianetti, Sebastián Marotta y Miguel Contreras, entre otros. En junio de 1935, este agrupamiento intentó realizar un Congreso de Solidaridad, con el propósito de federar a los organismos de ayuda a los perseguidos por el fascismo en Europa, del cual participaron las fuerzas políticas de izquierda, aunque se advirtió la ausencia de las organizaciones obreras. Allí se propuso una organización que actuara a favor de los patronatos como movimiento de solidaridad, que amparara a los perseguidos fuera de sus países de origen, y que se articularan en una federación con bases jurídicas claras.[18]. Para diciembre de ese año, se constituye la filial local del Comité Mundial de Ayuda a las Víctimas del Fascismo, presidido por Romain Rolland. ÉEsta estaba integrada básicamente por políticos e intelectuales radicales, socialistas, demócratas progresistas y comunistas como José Peco, Emilio Ravignani, Aníbal Ponce, Augusto Bunge y Julio A. Noble.
Hacia 1939, cuando se constituye en París el Comité de Ayuda a los intelectuales españoles refugiados en Francia, otros intelectuales argentinos como el reconocido escritor Alberto Gerchunoff, formarán parte de esta agrupación, en un momento en que el problema de los refugiados españoles parece absorber el conjunto de las preocupaciones del antifascismo.[19].
También la prensa periódica no partidaria -–como los diarios Crítica y La Nación-– se manifestó alarmada ante la persecución de los intelectuales y políticos antifascistas en Europa, como en el caso del asesinato en Francia de los hermanos Carlo y Nello Rosselli -–líder el primero del grupo antifascista italiano GL-– acaecido el 9 de junio de 1937, en manos de lo que la prensa parisina llamó La Cagoule, una asociación de extrema derecha que se constituyó en París luego del triunfo del Frente Popular, y que tenía importantes contactos con la OVRA (la policía secreta de Mussolini).[20]. Claro que en uno y en otro caso, las respuestas periodísticas no tuvieron el mismo tratamiento. El diario liberal La Nación hizo una lectura equidistante, donde sin dejar de mencionar la trayectoria de los actores antifascistas, primó el carácter de hecho policial de este suceso político. El tema aquí es seguir el proceso de la investigación, el sumario, cotejar versiones que se suceden con los días, hasta ir perdiendo en el camino del proceso investigativo el interés por el asesinato y llegar hasta la actividad clandestina de la OSARN. (Organisation secrète d’action revolutionaire nationale), de la cual La Cagoule formaba parte.[21].
Por el contrario, Crítica no sólo toma como redactores a conocidos personajes del exilio antifascista italiano en Argentina -––como el intelectual Mario Mariani-–-, sino que desde el inicio abandona el argumento del hecho policial para ver el contexto político en el que se dio el asesinato. Sus fuentes son la propia GL y sus corresponsales en París, y su adhesión es clara no sólo conen el antifascismo global (Crítica siempre se manifestará a favor de los republicanos españoles y de las propuestas frentepopularistas), sino conen una exaltación de la dimensión heroica del militante de GL, como el modelo de la acción antifascista.[22].
Así todo, el rol de las organizaciones solidarias ayudó más al fortalecimiento en la opinión pública de una idea del fascismo como “incivilización”, y como peligro para el desarrollo de la cultura, que al sostén específico de los perseguidos políticos. En rigor, éste se hizo posible gracias al rol de las relaciones personales en la salvaguardia individual, acciones raramente públicas que se hicieron en el nombre de un indiscutible y compartido ideal democrático universal.[23].
¿Qué posibilidades había ens el marco de este clima antifascista para incorporar la problemática de unos inmigrantes judeo-italianos cuyo elemento común lo constituía además, el origen profesional universitario? Las fuentes sólo muestran que en la esfera del Partido Comunista Argentino, constituido en su mayoría por obreros de origen italiano, la preocupación por la dimensión étnica del antifascismo estuvo presente en las secciones idiomáticas, en particular hacia finales de la década de 1920 cuando un dirigente como Vittorio Codovilla -–—italiano de nacimiento-–— participó en la fundación de la Alleanza Antifascista Italiana, una asociación pro comunista que disputaba el lugar hegemónico en la representación del antifascismo italiano con la organización local de la Concentrazione d'Azione Antifascista. Así todo, Codovilla era menos un dirigente étnico y más un intermediario político entre el antifascismo de origen italiano, el PCA y la Internacional Comunista de la cual era el delegado en la Argentina, en un contexto en que se está solidificando la disciplina del comunismo local respecto de la organización central..
También, durante este período el PCA alentó la disolución de los grupos étnicos dentro del movimiento obrero nacional, en particular el referido a la comunidad judía, y cuando en penumbras participó hacia 1937 el Comité de Lucha contra el Racismo y el Antisemitismo no dejó de expresar la tensión entre el judaísmo como identidad “nacional” amenazada y la política de alianzas que debía promover en el nivel local el Comité, llevando a importantes enfrentamientos entre algunos miembros judíos de la institución.institución.[24] También a partir del pacto germano-soviético, el PCA desarrolló una fuerte política de disciplinamiento interno dirigida hacia los comunistas de origen judío, que cuestionaban la decisión de establecer un acuerdo con una nación antisemita como la alemana.
Por lo tanto, no habrá lugar en este espacio para pensar en la integración de nuevos intelectuales con perfiles profesionales como los exiliados judíos italianos, más aún si se tiene en cuenta que algunos de ellos se encontraban más cercanos al socialismo liberal de tradición gobettiana y rosselliana, que a una forma de marxismo “materialista” que ya se había puesto en cuestión en Italia desde el final de la primera postguerra, con la obra del filósofo Rodolfo Mondolfo (Asor Rosa 1975:f 1536 y ss.). De allí que quienes participaron en las organizaciones del antifascismo italiano en Argentina (en particular Treves y Germani) lo hicieran hacia 1943-44, como colaboradores de la publicación Italia libre, órgano de la asociación del mismo nombre que proponía formar un frente antifascista con un marcado carácter anticomunista y aliadófilo (Fanesi 1994: 93 y ss.).
Esta distancia se presentó también entre la dirigencia del PCA y los comunistas italianos, quienes en 1935 habían constituido el Fronte Unico dei Partiti Operai Italiani. Esta organización establecía un pacto entre el Partido Comunista Italiano y el Partido Socialista Italiano en el exilio, para recuperar la unidad de acción de todas las fuerzas antifascistas, luego de la desaparición de la Concentrazione en 1934. Pero las lecturas de la realidad política que hacía el PCA fundamentalmente subordinaba el tópico antifascista a la posición antiimperialista, mientras que para el Fronte... de lo que se trataba era de lograr –al menos en esta instancia inicial – la mayor incorporación de fuerzas posibles en la clave del antifascismo (Fanesi 1994: 78-79).
La revista Hechos e Ideas y la organización Giustizia e Libertà
Otros grupos intelectuales argentinos estuvieron muy cercanos a las elaboraciones del pensamiento antifascista, en particular, cuando ellas se referían a una interrogación acerca de la especificidad de los movimientos autoritarios, en parte porque se evaluaba el proceso político argentino como una tendencia a la fascistización. De allí que los intelectuales de la Unión Cívica Radical –el principal partido opositor- que se nucleaban en la revista Hechos e Ideas recurrieran a las colaboraciones de los exiliados de GL que se encontraban en EEUU o en Farncia, como Gaetano Salvemini, Luigi Sturzo, Carlo Rosselli, Francesco Nitti y Guido de Ruggiero. Ya en el primer número de la revista, Gaetano Salvemini presentará un estudio sobre la relación entre capital y trabajo en la Italia fascista que concluirá recién con su colaboración publicada en el número 4. El ensayo, inicialmente de carácter económico, intenta demostrar que el fascismo como modelo de satisfacción de las aspiraciones obreras era una falacia. Salvemini sostiene que la base de la dominación fascista se apoya en un Estado corporativo que cercena los salarios obreros, y un Estado policial que contiene la conflictividad social. En el horizonte de conflictos, el autor ve no sólo los que se producirán entre capital y trabajo, sino también entre la clase burguesa y el incremento del papel de un Eestado de carácter burocrático.[25]. En un artículo de abril de 1936, Salvemini nuevamente aborda el problema del fascismo para favorecer ahora la idea del impulso de la emigración en Italia como salida a la pacificaciónpacificación.[26].
El aporte de Carlo Rosselli que selecciona Hechos e Ideas se articulará también sobre la discusión del Estado. En un artículo titulado “La muerte se llama fascismo”, Rosselli -–—bajo el seudónimo de Sincero-–— presentó la noción de que el Estado moderno expresaba la tensión entre administración y legalidad. El fascismo sería un típico modelo de Eestado fuera de la ley que representaba la situación de necrosis a la que había llegado el organismo social europeo.[27].
En marzo de 1937, Hechos e Ideas se encargó de la edición en español de Bajo el signo del fascismo, de Salvemini. Y en ese mismo mes, Luigi Sturzo y Francesco Nitti colaboraron con dos artículos. El primero {sturzo} trató de conciliar el socialismo con el cristianismo, en una crítica a las formas totalitarias de Eestado, que él veía expresadas tanto en el fascismo como en el comunismo: “El Estado totalitario suprime la libertad e introduce la supremacía de lo temporal sobre los fines éticos.”[28]. También Nitti consideraba igualmente peligrosos a ambos modelos políticos, pero sobre todo, como productores de la ideología nacionalista que terminaba por anular las libertades.[29].
Para la revista Hechos e Ideas el problema central era tratar de pensar la forma más correcta de integrar las reformas sociales que pretendían hacerse desde el Estado con la defensa de la libertad política. En un artículo de abril de 1937, Guido de Ruggiero sostuvo la tesis de que el modelo de Estado liberal era la expresión más clara de la política en la Edad Moderna, y que por lo tanto, debía volverse a él pues en su seno se acogían todas las tensiones de la sociedad de un modo dialéctico. Claro que este modelo no era el de la Italia prefascista. Debía construirse, entonces, un nuevo Estado Político que superara al “Estado técnico, administrativo, dictatorial”[30].
Las colaboraciones de los miembros de GL se interrumpen en junio de 1938, con una semblanza biográfica de Carlo y Nello Rosselli a cargo de Gaetano Salvemini, motivada por el asesinato del líder de GL y de su hermano Nello. La Dirección de la revista afirmó que publicaba esas páginas como “contribución a la lucha antifascista en defensa de la democracia y contra todos los totalitarismos”[31].
Más allá de la evidente operación de los editores de presentar una cercanía relacional e ideológica con los autores, es probable que las colaboraciones expresen más los contactos con antifascistas locales cercanos a GL, que con los exiliados mismos. Aunque no he podido establecer con certeza esa conexión, es posible constatar algunas relaciones importantes que podrían haber jugado un papel en este proceso. El editor de algunas obras de Rosselli en Argentina fue Sigfrido Ciccotti, quien en 1944 publicó algunos de sus artículos, entre ellos “Oggi in Spagna. Domani in Italia”, en una compilación que llevó el título de Acción y Carácter-Escritos políticos y autobiográficos, con prólogo de Gaetano Salvemini. Ciccotti había sido miembro de la Concentrazione d’Azione Antifascista local, y en 1941, formó parte del ya mencionado grupo Italia Libre.
Desde su posición de Secretario de Italia Libre, Ciccotti se convirtió en el vínculo más potente que tenía en la Argentina Randolfo Pacciardi, quien desde Estados Unidos pretendía organizar una Legión de combatientes italianos del continente americano que fuera a pelear contra el fascismo en la Segunda Guerra. Ciccotti formaba parte del entorno del industrial italiano Torcuato Di Tella, uno de los financistas más importantes de la Concentrazione parisina y de la Italia Libre local.[32].
Pero lo que pareciera ser más evidente son los vínculos con los sectores socialistas españoles y su prensa periódica, en particular Leviatán, una revista editada en Madrid por Luis Araquistain cuyo propósito principal fue la promoción de la radicalización del PSOE. También GL se hacía presente en Leviatán a través de los artículos que publicaba Aurelio Natoli, uno de sus miembros (Cataruzza 1994: 41).
En síntesis, los intelectuales y políticos de la revista Hechos e Ideas expresaron una modalidad de antifascismo que buscó en los aportes teóricos de algunos de los miembros de GL una serie de criterios que le permitieran pensar la realidad política local, desde una perspectiva que integrara la acción intervencionista del Estado con la libertad civil. La cuestión del fascismo introducía precisamente el problema de un Eestado que convertido en actor había socavado las libertades civiles, de allí que el historiador y diputado radical Emilio Ravignani, confeso antifascista y asiduo colaborador de la revista, encontrara en el fascismo una expresión de la ““instintividad”” política, la ausencia absoluta de civilización, entendida como cultura cívica y como legalidad institucional[33].
Otros debates presentes en GL, que enfrentaron a Rosselli con Lussu -–como los problemas referidos a la organización del mundo obrero en el proceso de cambio social-–, no tuvieron cabida en las páginas de Hechos e Ideas seguramente porque la propuesta de la armonía de clases era el espejo donde estos intelectuales se miraban (Brigaglia 1979). O, tal vez, porque concernían a dimensiones internas que no era conveniente presentar en el exterior. Y no era extraño que así sucediera: en un partido por demás heterogéneo, con una base social apoyada básicamente en las clases medias, con posiciones políticas que iban desde el antifascismo y el anticomunismo en sus círculos intelectuales, al neutralismo de la mayoría de los órganos ejecutivos del partido ante la Guerra de España, la cuestión de la insurrección obrera no se presentaba como un problema fundamental, en un contexto en que la Unión Cívica Radical abandona la postura abstencionista asumida desde el golpe militar de 1930 en favor de una actitud conciliadora con el gobierno del general Justo (Ciria 1975: 265).
El Colegio Llibre de Estudios Superiores o la red antifascista del socialismo liberal
Separados de sus cargos universitarios y expulsados de las instituciones científicas, el camino del exilio se presentaba como la única salida no sólo desde el punto de vista vital, sino también laboral. El Colegio Libre de Estudios Superiores (CLES) y la red de solidaridad antifascista que se constituyó a través de él, fue el espacio asociativo donde los intelectuales italianos encontraron la posibilidad inicial de seguir desarrollando sus actividades profesionales.
El CLES había sido creado en mayo de 1930 por obra de algunos intelectuales de renombre en la cultura argentina del momento (entre ellos Roberto Giusti, fundador en 1908 de la revista literaria Nosotros). Concebido como un centro paralelo a la oferta de la universidad estatal, el Colegio se proponía contribuir al desarrollo de los estudios superiores, a partir de la constitución de una serie de “cátedras libres, de materias incluidas o no en los planes de estudios universitarios, donde se desarrollarán puntos especiales que no son profundizados en los cursos generales o que escapan al dominio de la Facultades”.[34].
Con el golpe de Estado de 1930 y su política de represión global y “antirreformista” respecto de la universidad, el CLES se transformó en el reducto de gran parte de la oposición intelectual liberal-democrática, y hacia mediados de la década, en uno de los centros antifascistas por excelencia.
“Ni universidad profesional, ni tribuna de vulgarización”, la propuesta del Colegio se debatió entre el acercamiento a las manifestaciones de la alta cultura y el objetivo de acercarla a la mayor cantidad de capas sociales posibles. En este sentido, el proyecto “pedagógico” que animaba a sus miembros colocó a la institución en una tensión muy clara frente a la universidad estatal, donde se advertía una disputa tanto al nivel del público como en lo referido al personal intelectual. En este sentido, eEl CLES acogió a los profesores expulsados de la universidad y a quienes mantenían sus cátedras universitarias les ofreció un espacio complementario de trabajo, incluso durante los gobiernos peronistas entre 1946 y 1955, constituyéndose allí una subcultura de oposición muy potente (Sigal 1991: 63-75).
Al año de su creación, el CLES comenzó a publicar la revista de divulgación Cursos y Conferencias, a través de la cual se intensificó un ideal pedagógico muy afín a la propuesta reformista que había desarrollado el Partido Socialista local desde finales del siglo XIX.
Si bien no ofrecía títulos académicos, contó entre sus asistentes con una gran cantidad de estudiantes universitarios y de profesores, seducidos por el tratamiento de la actualidad y por el perfil menos profesional que adquiría su propuesta educativa. Mediante los cursos de “información cultural”, el CLES intentó captar a los sectores sociales medios bajos y se preocupó, en particular, poren captar a maestros y maestras de la escuela primaria y secundaria, que pudieran multiplicar hacia abajo la labor pedagógica de la institución (Neiburg 1998: 46-47).
En la mentalidad de los sectores medios de la Argentina de entreguerras, la posibilidad del ascenso social y el acceso a la cultura letrada como un medio para lograrlo fueron tópicos dominantes del período. El CLES, entonces, no sólo expresó las afectividades ideológicas que lo colocaron en la oposición antifascista, sino también las pretensiones de ascenso social de esos sectores sociales. Hacia 1952, luego de veinte años de acción educativa, 608 profesores e intelectuales habían dictado 1551 cursos (77,55 anuales), y se habían desarrollado 13 conciertos educativos y 34 sesiones cinematográficas.
En este contexto de extensión de la cultura y la pedagogía a la sociedad civil -–—tópico recurrente en la izquierda liberal del período-–—, no parece extraño que el carácter enciclopedista de la propuesta facilitara la adopción de intelectuales ante todo reclamados por su saber específico a la vez que por sus posiciones antifascistas. Así, los universitarios judíos italianos encontraron un espacio de actuación profesional inicial junto a otros inmigrantes y exiliados no judíos de tradición socialista como Torcuato Di Tella,[35], Gino Germani y Mario Mariani.[36]. La revista del Colegio también acogió las opiniones de exiliados políticos como Giuseppe Tuntar, un comunista del Friuli que había enfrentado en el seno de la Alleanza Antifascista a Vittorio Codovilla, y que proponía una línea de unión de las fuerzas del antifascismo en exilio -–—sobre todo con la Concentrazione local-–—, mientras que el Segundo Congreso de la Alleanza en Berlín (1929) había establecido una política decididamente contraria a unidad, lo que motivó el alejamiento de Tuntar de las filas comunistas (Fanesi, 1994: 50).
En 1939, Cursos y Conferencias publicó “El antiguo imperialismo romano y el neo-imperialismo italiano: Cartago y Túnez” [[The ancient Roman imperialism and neo-imperialism Italian: Carthage and Tunis,]], un artículo en el que Tuntar sostuvo la tesis de que la política expansionista del Duce se presentaba muy funcional al objetivo de división territorial europea, en el que aparecía una Europa central bajo el control del nazismo y un Mediterráneo dentro de la órbita del fascismo, un escenario en el que se veía fenecer “la antorcha de la libertad humana”.[37].
En esta clave del antifascismo afectivo, la revista Cursos y Conferencias publicó también algunas colaboraciones de Ignazio Silone, entre ellas, un capítulo de su libro La escuela de dictadores. El capítulo fue promocionado como parte de un estudio que publicaría más tarde la Editorial Losada, y en él se alertaba sobre las condiciones particulares que habían hecho posibles el fascismo y el nacional-socialismo, y que aún persistían en su propagación.
El ejemplo es muy interesante pues da indicios de otra de las vertientes relacionales que se articulaban alrededor del CLES: la vinculación con los exiliados españoles republicanos y su participación en la industria editorial. En efecto, en agosto de 1938 Francisco Romero, Amado Alonso y Attilio Rossi participaron en la fundación de la Editorial Losada, un ámbito que reunió y editó muchas de las obras de los republicanos españoles en el exilio, entre ellos, Rafael Alberti, Lorenzo Luzuriaga, Guillermo de Torre y Manuel García Morente (Zulueta de, 1999: 58).
La Editorial Losada publicó también escritos de Mondolfo, de Terracini y de otros italianos residentes en la Argentina, a partir de los contactos que se establecieron con Attilio Rossi, un exiliado antifascista que había dejado Italia en 1935, y que una vez en Buenos Aires, ideó una colección económica de grandes obras editada por la Editorial Espasa-Calpe (Treves 1990: 69).
La posibilidad del ingreso a la vida cultural local de los exiliados se articuló a partir de la red de intelectuales y políticos antifascistas que se expresaba fundamentalmente en el CLES, más allá de su vinculación con algunas universidades nacionales. Un indicador de estos mecanismos lo representa el itinerario de Rodolfo Mondolfo:
En 1938 perdí mis cátedras y, al año siguiente, abandoné Italia. No podía publicar nada, ni siquiera tenía acceso a las bibliotecas. Debía permanecer recluido en casa. Mis hijos ya se habían doctorado y tampoco podían ejercer. Emigrar se convirtió en una necesidad absoluta. Recordé entonces que en la Argentina vivía un señor que había traducido algunos trabajos míos. Era Marcelino Alberti. Le pregunté en una carta si podía conseguirme un permiso de desembarco, cosa que era muy difícil. Alberti interesó a Alfredo Palacios en mi problema. Al mismo tiempo, el filósofo italiano Giovanni Gentile, que había sido ministro de Mussolini, pero también amigo personal mío desde la época de estudiantes, espontáneamente le escribió a Alberini, que era decano universitario en Buenos Aires. Le pidió que me invitara para dictar un curso. Así sucedió. Con la invitación de Alberini y las gestiones de Palacios, pude conseguir el ingreso a la Argentina para mí y mi familia.[38]
En efecto, el reconocido senador socialista Alfredo Palacios consiguió la visa para Rodolfo Mondolfo y a su llegada éste comenzó a dictar cursos en el CLES. Mondolfo dictó 5 conferencias en 1939; 3 en 1940; 2 en 1942; 2 en 1943; y 1 en 1946. Allí pudo establecer excelentes relaciones personales con colegas de gran prestigio intelectual local y peso institucional como el filósofo Francisco Romero, importante animador del Colegio desde su creación, y de otros espacios de la cultura socialista. En 1940, se incorporó a la Universidad de Córdoba, y en 1947 comenzó a dictar cursos en la Universidad de Tucumán.
El matemático español residente en Buenos Aires, Julio Rey Pastor, contribuyó a la llamada de Beppo Levi y Alessandro Terracini. El primero fue contratado por la Universidad del Litoral para dirigir un Instituto de Matemáticas, y el segundo por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Tucumán. Más tarde llegará Benvenuto Terracini, quien gracias a las gestiones de su hermano y la ayuda de Amado Alonso, Director del Instituto de Lingüística de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), ocupará un importante lugar académico en la Universidad de Tucumán. También Treves recalará allí, esta vez con el apoyo de Carlos Cossio, profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Nacional de La Plata. Al menos Rey Pastor, Carlos Cossio y Carlos Alonso integraban el plantel del CLES desde 1931.
El itinerario de Renato Treves es muy ilustrativo también del funcionamiento de la red de solidaridad socio profesional que se articula a partir de los contactos entre el mundo universitario italiano e intelectuales uruguayos y argentinos. Luego de que las “leyes raciales” lo excluyeran de participar en un concurso en la Universidad de Urbino, en octubre de 1938 Treves se embarcó en Nápoles con destino a Montevideo. Llevaba con él una carta de presentación del penalista turinés Eugenio Florian, quien solicitaba al colega uruguayo Carlos Salvagno Campos lo presentarba a Eduardo J. Couture, abogado e importante profesor en la Facultad de Derecho en Montevideo. Couture además tenía contactos intelectuales muy sólidos con Piero Calamandrei (Losano 1998: 43).
Hasta febrero de 1939, Treves residió en Montevideo, dictó algunas conferencias y publicó en la Revista de derecho, jurisprudencia y administración, dirigida por Couture, el artículo “Neo-hegelismo italiano y neo-kantismo alemán en el pensamiento jurídico contemporáneo”. Pero la realización de un congreso de sociología en Buenos Aires lo contactó con Carlos Cossio, y éste gestionó su ingreso en la Universidad de Tucumán para dictar “Introducción al Derecho” (Treves 1990: 65).
Es interesante destacar el papel de mediador cultural de Eduardo Couture en el contexto de la red de solidaridad antifascista : “Senza posa Couture si prodigó per acogliere, consigliare e sistemare al di là dell´Atlantico gli intellettuali europei dei più diversi paesi d´origine, spagnoli, italiani, tedeschi, francesi” (Treves 1957: 468-473). También cuando el peronismo expulsó a muchos profesores de sus cargos universitarios, Couture tuvo un rol muy importante en la instalación de estos profesores en la Universidad de la República y aunque la posibilidad de crear una filial del CLES en Montevideo se vio frustrada hasta 1955, el Colegio no dejó de recordar que los vínculos de amistad con Couture eran tan antiguos como la creación misma de la institucióninstitución.[39].
Una mención especial merece la relación de esta emigración con el antifascismo intelectual de origen judío en la Argentina. En efecto, el antifascismo judío se expresó en varias instituciones -––una de ellas la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), creada en 1935-–, pero alcanzó un importante desarrollo a través del grupo de la revista Judaica, nacida en 1933. Judaica planteóo un diálogo muy potente entre marxismo y judaísmo, proponiendo a la Unión Soviética como el modelo ideal de organización política y social, pues ésta era visualizada como “el único estado en el cual los judíos pueden hacer su propia vida, no sólo como individuos sino también como nación”.[40]. La idea de la URSS como destino de la nación judía está presente al menos desde noviembre de 1935, cuando el Comité Pro Colonización Israelita en Birobidyan organizó la visita de la delegada soviética Gina Meden, quien promovió este proyecto en las colonias judías instaladas en las provincias de Santa Fe y Chaco.[41]
En el plano interno, Judaica se propuso revalorizar la identidad judía disputando una lucha que se dio en dos planos. Por un lado, atacó a las expresiones de la derecha nacionalista argentina que estigmatizaban al judío como portador de calamidades sociales.. Por otra parte, disputó en el seno mismo de la comunidad una batalla ideológica que, en un nivel, intentó rescatar el aporte judío a la cultura argentina desde los tiempos de la colonia española, mientras que en otro, pugnó por disciplinar a los miembros de la propia comunidad cuando sus propuestas culturales parecían reproducir los estereotipos antijudíos.[42].
¿Qué relación establecieron los exiliados con las expresiones instituciones de la comunidad judía local? Si ella existió, seguramente fue más el resultado de solidaridades individuales que de vinculaciones institucionales, pues, como lo recuerda Treves, los intereses de los exiliados italianos judíos corrían por carriles diferentes de los de la comunidad judía local: “[…] costituite da immigranti provenenti da paesi dell’ Europa Orientale che, fuggiti dalle persecuzioni dell’ inizio del secolo, avevano lingue, tradizioni, interessi diversi dai nostri” (Treves 1990: 105).
En resumen, el CLES expresó una de las alternativas que asumió una red de solidaridad antifascista movilizada por los intelectuales locales de tradición socialista y liberal. Articulada también con otros espacios de la vida cultural, -como las universidades de las provincias del interior del país como Córdoba y Tucumán necesitadas de plantel intelectual- esta red dio lugar a la participación de los exiliados italianos, quienes lo hicieron a veces como conferencistas y otras como profesores a cargo de cursos específicos. Más allá de los perfiles profesionales diferenciales y de su calidad intelectual, el exilio en Argentina de los italianos universitarios judíos no fue un salto al vacío. Esta experiencia se expresó desde el inicio a partir de un tejido relacional que articuló dos tópicos fundamentales: el carácter de perseguidos políticos movilizó unas afectividades que los colocaron en el amplio campo ideológico del antifascismo local, mientras que sus perfiles profesionales los acercaron a las necesidades de una vida intelectual que se movía entre los criterios de actualización del pensamiento y el de la pedagogía de la sociedad civil. En este sentido, el exilio intelectual italiano significó un aporte importante para la cultura argentina.
A lo largo del período de exilio, algunos de ellos pudieron convertirse en figuras notables de la vida cultural argentina, pues ayudaron a desarrollar y consolidar centros de estudios y líneas nuevas de investigación de gran impacto en la vida universitaria local, como lo atestiguan los itinerarios de Rodolfo Mondolfo, quien no regresó a Italia una vez caído el fascismo, y Renato Treves, quien más allá de su retorno, no dejó de mantener fluidos contactos intelectuales y afectivos con el mundo intelectual argentino.
Así todo, en el total de la actividad cultural del CLES durante el período 1930-1951, la actividad de los exiliados representó apenas el 5 por ciento. Pero esa participación posibilitó la extensión y la permanencia de unos lazos que no dejaron de activarse cuando las situaciones políticas de Italia y Argentina, en la evaluación de los actores, invertían sus escenarios. No es extraño, entonces, que el CLES recibiera con alegría la visita de Guido de Ruggiero en 1946, y que a través de sus conferencias se ilustrara sobre las bondades de las libertades democráticas recuperadas en Europa en el contexto del peronismo triunfante en las elecciones de febrero de ese año. Es sintomático de la percepción de una derrota, el conciliatorio artículo de Treves publicado en la revista del CLES en el que -–ya desde Italia, elogiando las cualidades intelectuales de Mondolfo invitaba a las autoridades peronistas a estrechar las relaciones institucionales y académicas con Italia, pues hasta el momento ellas habían sido el producto de unas voluntades individuales a contramano de los intereses del Estado argentino.[43]. Pero si bien con ello se trataba de limitar los efectos que la política del nuevo gobierno pudiera destinar para con los exiliados italianos que todavía permanecían en el país, estaba claro que la percepción general era la de una reedición en la periferia atlántica de las condiciones del fascismo europeo.
Participación de EXILIADOS italianos en el Colegio Libre de Estudios Superiores, 1939-1951. (Judíos y no judíos)
Año
Nombre CONFERENCIA
cantidad
1938
1939 Mario Mariani
Mario Mariani
Rodolfo Mondolfo D´Annunzio en el cuadro de la literatura contemporánea
Retablo de la literatura francesa contemporánea. De Verlaine a Cocteau
La teoría del conocimiento en la historia de la Filosofía 4
6
5
Rodolfo Mondolfo Tomasso Campanella 1
Renato Treves Crisis de la democracia y transformación de la ciencia del Derecho 1
Camillo Viterbo
Mario Mariani El seguro en general
Teatro italiano de anteguerra 3
6
1940 Rodolfo Mondolfo La filosofía política del siglo XIX en Italia 3
1941 Torcuato Di Tella Seguro social para los obreros de la Industria. 1
1942 Giovanni Turin
Giovanni Turin
Rodolfo Mondolfo Literatura y cinematógrafo
Comentarios sobre la película de Orson Wells “El ciudadano”
La enseñanza de la filosofía en el Liceo italiano 1
1
1
Rodolfo Mondolfo Figuras y direcciones de la filosofía contemporánea a partir de Hegel: Ardigó. 1
Benvenuto Terracini Leopardi filólogo 1
Benvenuto Terracini Problemas de las lenguas muertas 1
Renato Treves
Giovanni Turin Los fines del Estado en las doctrinas políticas contemporáneas
La filosofía de Leopardi 1
1
1943 Benvenuto Terracini El problema de la traducción 2
Mondolfo, Rodolfo De Heráclito a Polibio 2
Beppo Levi Estudio sobre Euclides 3
Benvenutto Terracini Lenguas y cultura 2
Renato Treves El problema filosófico del derecho en el pensamiento contemporáneo 1
1946 Benvenuto Terracini Virgilio y Beatriz. Comentario de los cantos I y II de la Divina Comedia. 2
Mondolfo, Rodolfo Formación y acción histórica de la filosofía de Leibniz 1
Gino Germani Bosquejo de una psicología social para una época de crisis 9
1947 Leone Lattes La selección humana en la emigación. 1
Camillo Viterbo Derecho económico 8
1948 Leone Lattes Sobre medicina e emigración. 2
Camillo Viterbo El mito del valor. 1
1949 Benvenuto Terracini ¿Qué es una etimología? 1
Benvenuto Terracini La posición del italiano entre las lenguas romances 1
Benvenuto Terracini El concepto de libertad lingüística 1
1951 Benvenuto Terracini Los orígenes próximos y remotos de la civilización europea 2
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Translation - Spanish Published in the Journal of Modern Italian Studies, Volume 15, Number 5, December 2010, pp. 693-714(22)
THE ANTI-FASCIST CLIMATE AND THE ITALIAN INTELLECTUAL EXILE IN INTERWAR ARGENTINA
Ricardo Pasolini
(IEHS-CONICET)
The heavy burden of the political culture of nationalism and, especially of right-wing groups in Argentina’s political life, has established the perception that an authoritarian line steers local politics for much of the twentieth century. However, by the mid 1930s, other cultural and ideological perspectives powerfully fueled the debates. In this context, antifascism became a relevant component in shaping the identities of the different Argentine political families, because it ceased to be a subject that solely concerned the important Italian community in Argentina, since the first political exiles of fascism began to arrive by the mid 1920s, to become a topic that animated the local political arguments. It is at this time that political references become internationalized, and the clash between antifascism and fascism is first experienced as personal.
As a result, diverse anti-fascist entities begin to surface, but it is in the intellectual sphere that the impact is most visible.
A number of causes are at play in the origin of Argentine intellectual antifascism: the influence of the French anti-fascist cultural associations, such as the Vigilance Committee of Anti-Fascist Intellectuals (Comité de vigilance des intellectuels antifascists); the international solidarity organizations in defense of those persecuted by fascism; the Communist International strategic change of supporting popular fronts, and, finally, domestic causes, such as the increasingly restrictive policies of President Augustín P. Justo as regards his political opponents, which tended to favor the most authoritarian segments of the local antisemitism and nationalism.
What characterized this time in Argentina’s political and cultural history was the expansion of the thematic of antifascism, which was articulated in countless political and cultural experiences, at times, as strategies that hid, under the creation of popular fronts, a residual but still active classism. Other times, it would manifest as an ideological sensitivity, as a state of political sentiments that motivated informal mechanisms of assistance and aid to refugees, as, since 1935, it had become clear that the antifascism/fascism conflict was to be contended as much in each one of the European nations as in Argentina.
But it was not only the Spanish Civil War that would have an impact on broad sectors of the Argentine public opinion, generating new forms of international solidarity against fascism that, at one point, moved 500 local volunteers to join the International Brigades in Spain.1 It was also a series of ‘key events’—from the fight against antisemitism and against the restrictive immigration policies of President Justo’s government, to local reactions to the death of Henri Barbusse, and the murder of the Rosselli brothers, exiled leaders of Justice and Freedom (Giustizia e Libertà, GL), the Italian anti-fascist movement—that set into motion a wide range of cultural and labor associative experiences, the creation of journals consistent with the political values espoused, and the activity of certain political parties and cultural groups that began at this time to express, with conflictive dynamics and tensions of their own, the problem of antifascism.
In short, the antifascism that was peripherally present in the communities of Italian immigrants since the mid 1920s now becomes a matter of national politics (Pasolini 2009: 149-65).
The hypothesis of antifascism as a set of converging ideological affective states is further affirmed when the breadth of associative and cultural events involving many Argentine intellectuals is observed in the context of antifascism. An interesting way of observing this phenomenon is focusing on the set of reactions that came from Argentina as regards the exile of Italian Jewish intellectuals who had to emigrate as a result of the enactment of the ‘racial laws’ of 1938 by Mussolini’s fascist regime.2 The example is interesting in methodological terms because it allows a cross-sectional comparison among groups of intellectuals from different places and traditions and their ties with the exiles, while showing a series of particular local relationships: on the one hand, between world antifascism and public opinion and, on the other, between Italian antifascism in Argentina and Argentine antifascism; in sum, the relation between the ethnic dimension and the political dimension regarding the subject of intellectual exile.3
In an article published in 1989, Lore Terracini suggested that the subject of the mini-diaspora of Italian intellectuals to Argentina during the Nazi fascist years had not been systematically studied yet (1989: 335-69). There was only a set of diverse testimonies available, which ranged from first-hand accounts to a series of newspaper articles that recollected specific accomplishments of the most prominent among those intellectuals. The exception was Ada Korn’s study on the contributions of Italians to Argentine culture. Korn’s work was an overview in which she distinguished three stages: ‘Quelli di prima,’ i.e. those who had arrived in Argentina during the great immigration period (1880—1930), ‘Gli indesiderabili,’ those who were persecuted by fascism, both on account of being
antifascists and for being Jews, and ‘Quelli successivi,’ those who arrived after World War II (Korn 1983: 172-96).
Terracini's article came to fill the historiographic void on a preliminary basis, since it addressed the problem systematically from the study of a corpus of eleven immigrants who were all Jewish academics. Among them, there were physicians, such as Amedeo Herlitzka, Renato Segre, Eugenia Sacerdote de Lustig, and Leone Lattes; mathematician Beppo Levi, physicist Andrea Levialdi, philosopher Rodolfo Mondolfo, geometrist Alessandro Terracini, and his brother Benvenuto Terracini (a linguist), sociologist Renato Treves, and professor Giovanni Turin.
As an exile’s daughter (Alessandro Terracini’s), having experienced first hand the emigration and exile process as a child, she used memoirs, Italian official sources, as well as personal accounts to outline biographical ‘itineraries,’ pausing primarily on three issues: the reason for choosing Argentina as a destination, immigrants’ modes of insertion in the labor market, and exiles’ relationship with Italy after the fall of fascism.4 Among other reasons for choosing Argentina, the author finds that, for Italian exiles, the Spanish language presented minor difficulties compared with, say, English. However, she does not rule out that the job opportunities available in Argentina also played an important role in the decision making process. Labor market integration took on a variety of forms which point to the fairly positive reception of these exiles. For example, Levi, Segre, both Terracini brothers, and Treves found job security at universities in the provinces (National University of Tucumán), while Mondolfo, Levialdi, and Turin had to pursue their intellectual endeavors elsewhere. Other exiles, such as physicians Herlitzka and Lattes, in spite of their international reputation, did not become university lecturers, but devoted themselves to their professional private practices (Terracini 1989: 356 et seq).
Relations with Italy were undeniably conflicting. Intellectual exiles were atypical among Italian immigrants on account of being professionals and due to the forced nature of their decision to leave, and so too were the Jewish exiles: Italian exiles did not speak Yiddish; they were not particularly religiously observant, and were deeply enmeshed in humanistic and secular Italian culture. In some sense, a consequence of the fascist racial laws was the reshaping of an identity around Jewishness, which up until now lay dormant and in the process of being integrated into Italian society.5 In fact, around 1933, Arnaldo Momigliano, an Italian intellectual of Jewish origin, who was later exiled in Britain, had argued that ‘the history of the Jewish community in Italy ‘la storia delle comunità ebraiche in Italia s´identifica con quella della formazione della loro cosciencia nazionale italiana e che tale formazione è paralella a quella della cosciencia nazionale nei piemontesi o nei napoletani o nei siciliani’ (Dionisotti 1987: 558 et seq).
Unlike the German Jewish intellectuals exiled in Europe or in the United States, who could not help but identify Germany with Nazism, severing all ties including linguistic and cultural ones, the Italian Jews in Argentina were less categorical regarding their ‘Italianness’ and breaking their ties with Italy.6 Beyond unfavorable junctures, it was possible to make a distinction between Italy and fascism, animated by different forms of resistance that developed both within the exile communities and in Italy itself.7 Indeed, the resistance strategy of Italian communism in the thirties not infrequently estimated that the expressions of dissent that might arise from inside of the fascist regime itself could constitute an important element in the anti-fascist confrontation.8
After the Liberation, the emigrants had the option of being reinstated in their Italian teaching positions. Amedeo Herlitzka, Leone Lattes, the Terracini brothers, and Renato Treves returned to Italy between 1946 and 1951. Andrea Levialdi went back in 1962, but Rodolfo Mondolfo, Renato Segre, and Beppo Levi preferred to stay in Argentina.9 The pattern of this emigration is better understood from a global perspective, as suggested by Eleonora Smolensky and Vera Vigevani Jarach (1998). For the authors, who studied the Jewish emigration of Italian origin between 1938 and 1942 from an oral history perspective, one of the distinctive features of this community is its transient existence: ‘arisen from the need to replace lost social ties, it started fading as the coercion factors began to disappear.’ While some of the cases considered resemble those presented by Terracini, Smolensky and Jarach infer, from a total of about 60 interviews, the collective experience of nearly a thousand Italian Jews who arrived in Argentina during the period mentioned. The outcome of the process has been full integration into the host society, so much so that today the children and grandchildren of the exiles adopt cultural and religious practices that are a far cry from the original ones.
Bruno Groppo has also addressed the phenomenon of Italian Jewish emigration to Argentina, and has problematized the use of categories such as ‘political emigration’ or ‘political exile’ to shed light on a population that may have emigrated for political reasons—anti-Semitic discrimination and persecution—but did not share, as a whole, a component of political militancy that could be assimilated with the figure of the exile. (Groppo 2002: 39 et seq).
Back to the original nucleus of Italian university exiles, I intend to present here some ideas regarding the relationship between the intellectual exiles and certain Argentine anti-fascist experiences during the 1930s. Inspired by Fernando Devoto’s idea regarding the need to analyze migratory experiences comparatively, considering the impact that the diverse contexts encountered in the destination country had on the emigrants (Devoto 2003: 8), my initial hypothesis is that the Italian intellectuals who arrived in Argentina between 1938 and 1941, as a result of the implementation of the "racial laws" of fascism, attempted insertion strategies that relied mostly on the possibilities that their socioprofessional status, namely their university education, afforded them.10 The connection with Italian anti-fascist associations in Argentina played a role, albeit secondary, that became more salient towards the end of the period rather than at the beginning of some of the exiles’ residence process. For example, Renato Treves recalls that he met Gino Germani in June 1941, on the occasion of a lecture he gave at the Sociology Institute of the Faculty of Philosophy and Literature (Facultad de Filosofía y Letras). Their relationship, which was at first intellectual, and cultivated in the context of the institute activities, later became political. Germani's exile can be viewed as an exception to the Italian Jewish exile experience, in as much as here political ties and affinities played a much stronger role. In fact, Germani had arrived in Argentina in 1934 after one arrest and several months of political confinement in Italy. He associated with the anti-fascist group of which impresario Torcuato Di Tella was a member, and he enrolled in the Faculty of Philosophy and Literature where he later became a researcher, collaborating with historian Ricardo Levene, director of the Institute.11 By late 1934 and early 1935, Germani had already collaborated in L'Italia del Popolo, a newspaper founded in Buenos Aires in 1917 that by the mid 1930s had adopted a pro-Republican independent left orientation. In those years, other articles appeared in the anti-fascist newspaper La Nuova Patria, in which Germani called for the unity of the Italian anti-fascist forces in Argentina, from the point of view of a young emigrant trying to show that the fascist regime’s plan of indoctrinating the youth had not met its goals, and that it was possible to detect an affective anti-fascist sentiment in Italian youth. What is interesting about Germani’s anti-fascist phase is that many of his preoccupations about society, the forms of state oppression, and the role of youth in authoritarian regimes that he would develop later from a theoretical perspective akin to the structural functionalism of Talcott Parsons were conceived at this time (Germani 2004: 45 et seq). Germani's case is also interesting because it illustrates a special itinerary: an example of politically motivated emigration that resulted in the individual’s immersion in the intellectual world of the host country, and, from there on, in the development of an international academic career.
So, for the exiles who had been part of the regime, or whom the regime recognized as allies—for example, the prominent businessman Gino Olivetti had been the president of the Fascist Confederation of Industry (Confederazione fascista della industria), and Margherita Sarfatti, Mussolini's former lover, occupied an important place in fascist culture—other spaces, such as the Italian Circle (Circolo italiano) or the Italian Commercial Bank (Banca commerciale italiana) provided a socializing environment for these elites where the labels of fascist and antifascist did not carry the weight that was apparent in the political organizations themselves (Cannistrato and Sullivan 1992: 355, 383 et seq). Another case in point is that of Gino Arias, also a Jewish immigrant with strong ties with the regime in Italy, who was forced into exile by the racial laws. Since 1933, he had visited Argentina at the invitation of the Argentine Institute of Italian Culture (Instituto argentino de cultura itálica) and the School of Law of the University of Buenos Aires, and became a staunch advocate of corporate economic policy against state socialism.12
In the case of other intellectuals, it is likely that the solidarity networks of Argentine anti-fascist intellectuals—of a liberal and democratic tradition—were more important than networks based on ethnicity. This was so, no doubt, because the professional status of this group added novelty to the makeup of the traditional Italian migratory flow (i.e., more or less skilled manual workers), and because their Jewishness introduced yet another disruptive element in the already troubled Italian anti-fascist civil associations in Argentina, since this aggravated tensions between the fuoriusciti who arrived earlier and exiles who, until the enactment of the racial laws were fairly comfortable within the institutional framework afforded by the regime in Italy.13
Besides, those who came from university backgrounds in Italy had, strictly speaking, at least once been complicit with fascism since they, for example, had to take an oath of loyalty to the regime –albeit simulated—which was imposed on all university teachers in August 1931.14 In this regard, Renato Treves has indicated that if the Jewish component was not relevant in the political emigration, neither was the political component particularly important in Jewish emigration. 15 All in all, Aldo Garosci has clearly stated that although speaking of a Jewish antifascism is not possible—a thesis that De Felice will resume later in his History of Italian Jews under Fascism (Storia degli ebrei italiani sotto il fascismo)—‘ the presence abroad, and even in faraway countries, such as Brazil and Argentina, of men like Rodolfo Mondolfo, Renato Treves, Tullio Ascarelli, undeniably, added to the intellectual prestige of emigrated antifascists’ (‘la presenza all´estero, e sia pure in lontani paesi, come il Brasile e l’Argentina, di uomini come Rodolfo Mondolfo, Renato Treves, Tullio Ascarelli era indubbiamente un apporto al prestigio intellettuale dell´antifascismo emigrato’). 16
A New Internationalism
How did Argentine intellectuals react to the experience of the Italian intellectual diaspora? It is worth highlighting here a few elements that were present since the mid-1930s, such as the more or less widespread sentiment of a new international solidarity, that was no longer based on the Marxist concept of obrerismo [labor social doctrine], but on the defense of the spiritual rights of the world’s intellectual class from the attack of fascist states and their restrictive policies. The idea of a ‘general republic for the intelligentsia’ was apparent towards 1925, when the International Institute of Intellectual Cooperation (Institut International de Coopération Intellectuelle, IICI) was established in Paris, within the League of Nations. Concerned about corporately legislating on issues such as copyright, translation rights, cultural exchanges among intellectuals, scientists and writers from all countries, and issues of intellectual organization, the IICI was influenced by a pacifist approach that sought to build in this international community the consensus that governments failed to reach at the outbreak of World War I.
However, in the anti-fascist cultural climate of the 1930s, and shying away from definitions that had the national political framework as reference, the IICI appealed not only to the metaphor of the ‘république des esprits,’ but also to the idea of the international reach of the notion of the ‘intellectuel républicain,’ as a model of cultural action that ensured the practice of a rational humanism (Trebitsch 1998: 58).
With more belligerency, by 1938, both the International Association of Writers for the Defense of Culture (L'association internationale des écrivains pour la défense de la culture, AIEDC), of Cominternian inspiration, and the PEN Clubs (which defined themselves by their ideological autonomy) agreed on a number of common actions to support writers who had been victims of persecution in fascist regimes, openly declaring themselves opponents of all forms of racial or cultural persecution, and, in particular, of the latest anti-Semitic persecutions (Racine 1998: 39). This reveals to what extent the international political climate forced more categorical definitions regarding fascism in the intellectual nuclei. When the PEN Club Congress was held in Buenos Aires in 1936, under a non-aggression pact among the writers, a neutral stance had been maintained on a topic as heated as the Spanish Civil War, forcing even the tabling of a motion to pay tribute to Federico García Lorca, submitted by the Spanish and Catalan delegation, after the poet’s assassination.17
Other expressions of solidarity with the persecuted by fascism existed in Argentina since April 1935, such as the Relief Committee to Aid the Victims of Fascism in Spain (Comité de ayuda a las víctimas del fascismo en España), the local subsidiary of its Parisian namesake, internationally chaired by Professor Henri Wallon, with a membership in Buenos Aires that included Alfredo Palacios, Aldo Cantoni, Augusto Bunge, Benito Marianetti, Sebastián Marotta, and Miguel Contreras, among others. In June 1935, this group tried to organize a Solidarity Campaign to federate aid organizations helping those persecuted by fascism in Europe. The left political forces participated in it, but not the labor organizations. Those who joined proposed the creation of an organism that would support patronatos (charitable foundations) as a solidarity movement, protect the persecuted who were forced to live abroad, and form a federation with clear legal bases.18 By December of that year, the local subsidiary of the World Relief Committee to Aid the Victims of Fascism (Comité mundial de ayuda a las víctimas del fascismo) was established, and Romain Rolland was its chair. This group consisted mainly of politicians and intellectuals of the Radical, Socialist, Communist, and Progressive Democratic parties, like José Peco, Emilio Ravignani, Aníbal Ponce, Augusto Bunge, and Julio A. Noble.
When, by 1939, the Relief Committee to Aid the Spanish Intellectuals Exiled in France (Comité de ayuda a los intelectuales españoles refugiados en Francia) is formed in Paris, other Argentine intellectuals, such as the famous writer Alberto Gerchunoff, joined this group. This was a time when the Spanish refugee problem seemed to epitomize the preoccupations of the antifascists.19
Also, the non-partisan newspapers, such as Crítica and La Nación, voiced alarm at the persecution of anti-fascist intellectuals and politicians in Europe, and covered the murder of brothers Carlo and Nello Rosselli—Carlo had been the leader of the Italian anti-fascist group known as GL. The crime was perpetrated on 9 June 1937 by what the Parisian press called La Cagoule, a right-wing association formed in Paris after the victory of the Popular Front, which had strong ties with the OVRA (Mussolini’s secret police).20 Of course, each paper gave the Rosselli brothers’ case a very different journalistic treatment. The liberal daily La Nación gave an equidistant reading of the event and, without ignoring the fact that it involved antifascists, what prevailed in the narrative was the criminal nature of this political event. The objective was to follow the investigation process, the indictment, the crosschecking of accounts as they unfolded, until the interest in the murder faded and the clandestine operation of the Secret Organization of National Revolutionary Action (Organisation secrète d’action revolutionaire nationale, OSARN), of which La Cagoule was a part, was exposed.21
By contrast, Crítica not only hired well-known personalities from among the Italian anti-fascist exiles in Argentina, such as the intellectual Mario Mariani, to report on the event, but, from the start, abandoned the criminal angle of the story to uncover the political context surrounding the murder. Their sources were GL itself and their correspondents in Paris, and its loyalties were clearly not only with global antifascism (Crítica would always side with the Spanish Republicans and popular frontist ideas), but with an exaltation of the heroic dimension of the GL militant as the model for anti-fascist action.22
All in all, the role of the solidarity organizations was to further reinforce the public opinion’s idea of fascism as "uncivilized" and as a threat to the development of culture, rather than to support those persecuted for political reasons. In fact, this support was made possible by personal relations that protected individuals, through acts of generosity that were seldom made public and were carried out in the name of an indisputable and a shared universal democratic ideal.23
What chances were there, in the context of this anti-fascist climate, to incorporate the problematic of a few Italian Jewish immigrants—whose other common denominator was having a university academic background? Sources only show that in the circle of the Argentine Communist Party (PCA), made up mostly of workers of Italian origin, concern about the ethnic dimension of antifascism was present in the language sections, especially in the late 1920s, when a leader such as Italian-born Vittorio Codovilla, co-founded the Italian Anti-Fascist Alliance (Alleanza antifascista italiana), a pro-communist association that disputed the hegemonic rule over the representation of Italian antifascism with the local Anti-Fascist Concentration (Concentrazione d'azione antifascista). All things considered, Codovilla was less of an ethnic leader and more of a political middleman for the Italian-born antifascists, the members of the PCA, and the Communist International, of which he was the Argentine delegate, in a context in which the local communist discipline was consolidating as to the central organization.
Also, during this period, the PCA encouraged the dissolution of ethnic chapters within the national labor movement, particularly the Jewish one, and when, by 1937, it participated hiding in the shadows, the Committee against Racism and Antisemitism (Comité de lucha contra el racismo y el antisemitismo) did not fail to express the tension between Judaism as a threatened ‘national’ identity and the alliances that the Committee had to promote at the local level. This led to major confrontations between some Jewish members of the institution.24 Moreover, after the German-Soviet Pact was signed, the PCA developed a strong internal disciplinary policy that targeted communists of Jewish origin who questioned the decision of signing an agreement with an anti-Semite nation such as Germany.
Therefore, there would be no room here to conceive of the integration of new intellectuals with professional backgrounds, such as the Italian Jewish exiles, especially because some of them were closer to liberal socialism and the Gobettian and Rossellian tradition, than to a form of Marxist “materialism” that had already been challenged in Italy since the end of the first postwar period, by the works of philosopher Rodolfo Mondolfo (Asor Rosa 1975, 1536 et seq). Accordingly, those who participated in the Italian anti-fascist organizations in Argentina (especially Treves and Germani) would do so around 1943-4, as co-publishers of Italia libre, namesake of the association that proposed the creation of an anti-fascist front with a strong anti-communist and pro-ally character (Fanesi 1994: 93 et seq).
This estrangement was also apparent between the leadership of the PCA and the Italian communists, who in 1935 had constituted the United Front of Italian Workers’ Parties (Fronte unico dei partiti operai Italiani). This organization established a pact between the Italian Communist Party and the Italian Socialist Party in exile to restore the unity of action of all anti-fascist forces after the dissolution of the Anti-Fascist Concentration in 1934. But the PCA’s interpretation of the political situation essentially subordinated the subject of antifascism to the anti-imperialist position, while, for the Front, this was a matter of rallying, at least at this earlier stage, the largest number of forces possible to support antifascism (Fanesi 1994: 78-9).
The Magazine Hechos e ideas and the Organization Giustiza e Libertà
Other Argentine intellectual groups felt attracted to anti-fascist discourse, especially when the inquiries dealt with the commonalities of authoritarian movements, partially because the Argentine political process was being perceived as moving toward its fascistization. Consequently, the intellectuals of the Radical Civic Union (Unión Cívica Radical)—the main opposition party—who convened at the magazine Hechos e ideas, sought the collaboration of the GL exiles who lived in the United States or in France, such as Gaetano Salvemini, Luigi Sturzo, Carlo Rosselli, Francesco Nitti, and Guido de Ruggiero. Already in the first issue of the magazine, Gaetano Salvemini presented a study on the relationship between capital and labor in fascist Italy, a contribution that would continue into the fourth issue. The essay, which was initially economic, attempted to prove that fascism, as a model to meet workers’ aspirations, was a fallacy. Salvemini argued that the basis of the fascist control rested on a corporative state that curtails workers' wages, and a police state that suppresses social dissent. Among the conflicts looming on the horizon, the author saw not only those developing between capital and labor, but also those between the bourgeoisie and the growing role of a bureaucratic state.25 In an article published April 1936, Salvemini addresses the problem of fascism again, this time to propose that an emigration drive in Italy could contribute to pacification.26
The contribution by Carlo Rosselli selected by Hechos e ideas also enters the discussion about the state. In the article ‘Death’s Name is Fascism’ (‘La muerte se llama fascismo’), Rosselli–using the pen name Sincero—introduced the notion that the modern state expressed the tension between administration and legality. Fascism would be a perfect model of an outlaw state that embodied the necrotic condition of the European social organism.27
In March 1937, Hechos e ideas was responsible for publishing the Spanish edition of Salvemini’s Under the Axe of Fascism (Bajo el signo del fascismo). That same month, Luigi Sturzo and Francesco Nitti each submitted an article. Sturzo tried to reconcile socialism with Christianity, in a critique of totalitarian states, which he applied to both fascism and communism: ‘The totalitarian state suppresses freedom and introduces the supremacy of the temporary over ethical ends.’28 Nitti also considered both political models equally dangerous, but mainly as producers of the nationalist ideology that would end up denying freedoms.29
For the magazine Hechos e ideas the chief concern was trying to think of the most adequate way of integrating the social reforms that were attempted from the State with the defense of political freedom. In an article of April 1937, Guido de Ruggiero held the view that the liberal state model was the ultimate expression of politics in the Modern Age. Therefore, he argued, they should return to this model because in its center all the tensions of society were accepted dialectically. Of course, this was not the model of pre-fascist Italy. Then, a new political state that would overcome the ‘technical, administrative, dictatorial State’ would have to be created.30
The contributions of members of GL ended in June1938, with a biographical sketch of Carlo and Nello Rosselli by Gaetano Salvemini, impelled by the assassination of the leader of GL and his brother Nello. The board of directors of the magazine stated that the publication of Salvemini’s piece was intended as a ‘contribution to the anti-fascist struggle for the defense of democracy and against all totalitarianisms.’31
Beyond the obvious strategy employed by the publishers of presenting a relational and ideological closeness to their authors, it is likely that the contributions were more an indication of the contacts with local antifascists who had GL connections than with actual exiles. Although I have not been able to establish with certainty that connection, it is possible to identify some important relationships that could have played a role in this process. The publisher of some of Rosselli’s works in Argentina was Siegfried Ciccotti, who in 1944 published some of his articles, including ‘Today in Spain. Tomorrow in Italy’ (‘Oggi in Spagna. Domani in Italia’), in Action and Character-Political and Autobiographical Writings (Acción y Carácter-Escritos políticos y autobiográficos), a collection of essays with a foreword by Gaetano Salvemini. Ciccotti had been a member of the local chapter of the Anti-Fascist Concentration (Concentrazione d'azione antifascista), and in 1941, he was a member of the aforementioned group Italia Libre.
As the Secretary of Italia Libre, Ciccotti became the strongest connection in Argentina for Randolfo Pacciardi, who, from the United States, intended to organize a legion of Italian armed forces in the Americas that would go and fight against fascism in World War II. Ciccotti was a member of Italian industrialist Torcuato Di Tella’s circle, and Di Tella was one of the most important financiers of the Parisian Anti-Fascist Concentration and the local Italia Libre.32
But what appears to be most evident are the associations with the Spanish socialist sectors and their printed journalism, especially Leviatán, a magazine published in Madrid by Luis Araquistain mainly to promote the radicalization of the Spanish Socialist Workers’ Party (Partido Socialista Obrero Español, PSOE). GL had a presence in Leviatán through the articles that Aurelio Natoli, a GL member, contributed (Cataruzza 1994: 41).
In short, the intellectuals and politicians of Hechos e ideas articulated a form of antifascism that sought in the theoretical contributions of some members of GL a set of criteria that would enable them to observe the local political situation from a perspective that would integrate the state’s interventionist role and civil liberties. The question of fascism introduced, in essence, the problem of a state that, as a player, had undermined civil liberties. Hence, historian and congressional representative for the Radical Party Emilio Ravignani, avowed antifascist and a regular contributor to the magazine, found fascism to be the expression of a political ‘instinctivity,’ the absolute absence of civility, understood as civic culture and institutional legitimacy.33
There was no room in the pages of Hechos e ideas for the kind of debates that were common in GL, that would set Rosselli against Lussu—such as the issue of the organization of the labor world in the process of social change—most likely because the prescription for class harmony was the mirror in which these intellectuals beheld themselves (Brigaglia 1979). Or, perhaps, because they reflected internal discrepancies that would not be appropriate to display outside. It was no wonder, though, that this were the case: in a most heterogeneous party, with social roots deeply embedded in the middle classes, with political beliefs that ranged from antifascist and anticommunist in its intellectual circles to neutral in most of the executive organs of the party regarding the Spanish Civil War, the workers’ uprising was not a critical issue, in a context of the Radical Civic Union party abandoning the abstentionist stance it had assumed since the military coup of 1930, to support instead a conciliatory attitude with the government of General Justo (Ciria 1975: 265).
The Free College of Higher Studies or the Anti-Fascist Network of Liberal Socialism
For the Italian intellectuals who had been removed from their university posts and expelled from scientific institutions, taking the road to exile seemed the only alternative, both personally and professionally. The Free College of Higher Studies (Colegio Libre de Estudios Superiores, CLES) and the anti-fascist solidarity network that emerged from it constituted the associative space where these intellectuals could initially continue to develop their professional activities.
The CLES was created in May 1930 by a few intellectuals who were prominent in the Argentine culture of the time, such as Roberto Giusti who, in 1908, founded the literary magazine Nosotros. Conceived as an alternative to the state-run university, the CLES strived to contribute to the development of higher education, creating a series of ‘open-enrollment courses which may or may not be part of the regular university program, that will develop topics that are not studied in depth in the general courses, or that go beyond the scope of the academic curriculum.’34
With the coup of 1930 and its global repressive measures and ‘anti-reformist’ position regarding the university, the CLES became the stronghold of much of the liberal-democratic intellectual opposition, and by mid-decade, one of the anti-fascist centers par excellence.
As ‘neither a professional college nor a popularization platform,’ the College was caught between embracing the manifestations of high culture and its mandate to bring culture to as many social classes as possible. In this sense, the ‘educational’ project that inspired its members created understandable tension between their institution and the state-run university, with rivalries at both the community and faculty levels. The CLES welcomed the professors who had been expelled from universities and, to those who maintained their university positions, it offered an additional space to work, even during the Peronist governments between 1946 and 1955, thus building a very strong subculture of opposition (Sigal 1991: 63-75).
A year after its creation, the CLES began publishing the outreach magazine Cursos y conferencias, which supported an educational ideal most akin to the reformist spirit that the Socialist Party had developed since the late nineteenth century.
Even though it did not offer academic degrees, the CLES had among its partakers a great number of university students and professors, lured by its approach to current issues and the less formal profile that informed its educational mission. Through ‘cultural information’ courses, the CLES sought to attract the lower middle classes, and, particularly recruit primary and secondary school teachers who could help the educational mission of the institution multiply as it trickled down (Neiburg 1998: 46-47).
The possibility of social advancement and gaining access to higher education as a means of achieving such advancement were uppermost in the minds of the Argentine middle classes during the interwar period. The CLES, then, not only expressed ideological affectivities that linked it to the anti-fascist opposition, but also the ambition for upper mobility of these social sectors. By 1952, after twenty years of educational service, 608 professors and intellectuals had taught 1,551 courses (77.55 annually), and thirteen educational concerts and thirty-four film screenings had been offered.
In this context of facilitating civil society’s access to culture and education—a recurrent subject for the liberal left of this period—it does not come as a surprise that the encyclopedic nature of the plan made it easier to include intellectuals that were not only called in for their specialized knowledge but also for their anti-fascist views. Thus, the Italian Jewish academics initially found a space for their professional development, along with other non-Jewish immigrants and exiles coming from a socialist tradition, such as Torcuato Di Tella,35 Gino Germani, and Mario Mariani.36 The CLES magazine also hosted the opinions of political exiles, such as Giuseppe Tuntar, a communist from Friuli, who had contended with Vittorio Codovilla within the Anti-Fascist Alliance (Alleanza Antifascista), and proposed the alignment of united anti-fascist forces in exile—especially with the local Anti-Fascist Concentration—while the Second Congress of the Alliance in Berlin (1929) had established a policy strongly opposed to unity, which led to Tuntar’s estrangement from the communist ranks (Fanesi, 1994: 50).
In 1939, Cursos y conferencias published ‘The ancient Roman imperialism and the Italian Neoimperialism: Carthage and Tunis’ (‘El antiguo imperialismo romano y el neo-imperialismo italiano: Cartago y Túnez’), an article where Tuntas argued that the Duce’s expansionist policy appeared to be very consistent with the goal of European territorial division, which featured central Europe under Nazi control and the Mediterranean within the orbit of fascism, a scenario where ‘the torch of human freedom’ 37 would perish.
In line with this affective antifascism, the magazine Cursos y conferencias also published some of Ignazio Silone’s contributions, including a chapter from his book La escuela de dictadores. This chapter was publicized as being selected from a study that Editorial Losada would publish later, and cautioned about the special conditions that had enabled fascism and National Socialism, and that these conditions still persisted in its propagation.
The example is very interesting because it points to another of the relational aspects surrounding the CLES: the relationship with Republican Spanish exiles and their participation in the publishing industry. Indeed, in August 1938, Francisco Romero, Amado Alonso, and Attilio Rossi were involved in the foundation of the Editorial Losada, a publishing house that collected and issued many works by exiled Spanish Republicans, such as Rafael Alberti, Lorenzo Luzuriaga, Guillermo de Torre, and Manuel García Morente (de Zulueta, 1999: 58).
Editorial Losada also published works by Mondolfo, Terracini, and other Italians living in Argentina, through contacts set up with Attilio Rossi, an exiled antifascist who had left Italy in 1935 and, once in Buenos Aires, created an affordable collection of major works published by Editorial Espasa-Calpe (Treves 1990: 69).
For the exiles, the possibility of participating in the local cultural life was made possible through the network of anti-fascist intellectuals and politicians who gathered primarily at the CLES, and also through their affiliation to a few national universities. Rodolfo Mondolfo’s itinerary is a case in point:
In 1938, I lost my teaching job, and the following year, I left Italy. I could not publish anything; I did not even have access to libraries. I had to remain a recluse at home. My children had already received their doctorates and they could not practice either. Emigration became an absolute necessity. Then, I remembered that there was a man in Argentina who had translated some of my work. His name was Marcelino Alberti. I asked him in a letter if he could get me a landing permit, which was very hard to get. Alberti discussed my predicament with Alfredo Palacios. Meanwhile, the Italian philosopher Giovanni Gentile, who had been minister under Mussolini, but also a personal friend of mine from the time we were both students, wrote without my asking to Alberini, who was a university dean in Buenos Aires. He requested that I be invited to teach one course. That is how it happened. With Alberini’s invitation and the intervention of Palacios, I could obtain permission to enter Argentina for my family and myself.38
In fact, the renowned socialist senator Alfredo Palacios obtained a visa for Rodolfo Mondolfo. Upon arrival, Mondolfo began to teach courses at the CLES. He taught five lectures in 1993; three in 1940, two in 1942, two in 1943, and one in 1946. There he could establish excellent personal contacts with colleagues who enjoyed high local prestige and strong institutional reputation, such as the philosopher Francisco Romero, a major catalyst of the CLES since its creation, and of other socialist cultural spaces. In 1940, Mondolfo joined the faculty at the University of Córdoba, and in 1947, he started teaching at the University of Tucumán.
Julio Rey Pastor, the Spanish mathematician living in Buenos Aires, responded to the plight of Beppo Levi and Alessandro Terracini. The former was hired by the University of the Littoral to lead a Mathematics Institute, while the latter was hired by the School of Engineering of the University of Tucumán. Benvenuto Terracini arrived later and, through his brother’s efforts and the assistance from Amado Alonso, Director of the Institute of Linguistics of the Faculty of Philosophy and Literature at the University of Buenos Aires (UBA), would occupy a prominent academic position at the University of Tucumán. Treves would also wind up there, in his case, with the support of Carlos Cossio, professor of Philosophy of Law at the National University of La Plata. Rey Pastor, Carlos Cossio, and Carlos Alonso were faculty members at the CLES since 1931.
The itinerary of Renato Treves also illustrates how the social and professional solidarity network resulting from the contact between the Italian academic world and Uruguayan and Argentine intellectuals operated. After the ‘racial laws’ barred him from participating in a contest at the University of Urbino, in October 1938, Treves sailed from Naples to Montevideo. He was carrying with him a letter of introduction from the Turinese criminal lawyer Eugenio Florian, who was asking his Uruguayan colleague, Carlos Salvagno, to introduce Treves to Eduardo J. Couture, a lawyer and an important academic at the School of Law in Montevideo. Couture also had very strong intellectual ties to Piero Calamandrei (Losano 1998: 43).
Until February 1939, Treves lived in Montevideo, gave several lectures, and published ‘Italian Neo-Hegelianism and German neo-Kantianism in contemporary legal thought’ (‘Neo-hegelismo italiano y neo-kantismo alemán en el pensamiento jurídico contemporáneo’) in Revista de derecho, jurisprudencia y administración, edited by Couture. It was the organization of a sociology conference in Buenos Aires that put him in touch with Carlos Cossio, who helped him secure a position teaching Introduction to Law at the University of Tucumán. (Treves 1990: 65).
The role of Eduardo Couture as cultural mediator in the context of anti-fascist solidarity network should not be ignored: ‘Couture strived incessantly to welcome, counsel and accommodate the European intellectuals of the most diverse countries of origin, Spaniards, Italians, Germans, French on the other side of the Atlantic.’ (‘Senza posa Couture si prodigó per accogliere, consigliare e sistemare al di là dell´Atlantico gli intellettuali europei dei più diversi paesi d´origine, spagnoli, italiani, tedeschi, francesi’) (Treves 1957: 468-73). Also, when Peronism forced many professors from their university positions, Couture played an important role in placing them at the University of the Republic and, although the possibility of creating an affiliate of the CLES in Montevideo was thwarted until 1955, the CLES did not fail to remember that the friendship ties with Couture were as old as the very creation of the institution.39
The relationship between this immigration and the Jewish intellectual antifascism in Argentina is worth separate mention. Indeed, Jewish antifascism found a breeding ground in various institutions—the Delegation of Argentine Jewish Associations (Delegación de asociaciones israelitas argentinas, DAIA), founded in 1935, among them—but really thrived with the group who wrote Judaica, a magazine founded in 1933. Judaica encouraged a robust dialogue between Marxism and Judaism, and proposed the Soviet Union as the ideal model of political and social organization, as it was perceived as ‘the only state where Jews can make their own lives, not only as individuals, but also as a nation.’40 The idea of the then USSR as a destination for the Jewish nation was present at least since November 1935, when the Committee for Jewish Colonization in Birobidyan (Comité pro colonización israelita en Birobidyan) organized the visit of Soviet delegate Gina Meden, who promoted this project in Jewish settlements in the provinces of Santa Fe and Chaco.41
Internally, Judaica set out to defend Jewish identity on two fronts: on the one hand, it chastised the Argentine nationalist right for branding the Jews as responsible for social calamities; on the other hand, it waged an ideological battle at the very heart of the community, at one level, trying to recover the Jewish contributions to Argentine culture since Spanish colonial times, while struggling to educate the members of its own community when their cultural attitudes appeared to mirror anti-Jewish stereotypes.42
What relationship did the exiles establish with the institutional expressions of the local Jewish community? If this ever existed, it was most likely the result of individual acts of solidarity rather than institutional connections, because, as Treves recalls, the interests of Jewish Italian exiles and those of the local Jewish community ran on different tracks: ‘… formed by immigrants from Eastern European countries who, having escaped persecutions from the beginning of the century, had languages, traditions, and interests that differed from ours.’ (‘[…] costituite da immigranti provenenti da paesi dell’Europa Orientale che, fuggiti dalle persecuzioni dell’inizio del secolo, avevano lingue, tradizioni, interessi diversi dai nostri’) (Treves 1990: 105).
To sum up, the CLES embodied one possible form that an anti-fascist solidarity network mobilized by local intellectuals of a socialist and liberal tradition could assume. Present in other areas of cultural life—such as the universities in Córdoba and Tucumán, that were in need of professional faculty—this network provided Italian exiles with the opportunity to participate, sometimes as lecturers, and others as instructors, teaching specific courses. Aside from their differential professional profiles and their intellectual acumen, the exile of Italian Jews scholars in Argentina was not a leap in the void. This was apparent from the beginning, and stemmed from a relational fabric that displayed two essential features: being political refugees set in motion sympathies that landed them in the broad ideological context of the local antifascism, while their professional backgrounds drew them closer to the needs of an intellectual life that fluctuated between self actualization and the pedagogy of civil society. In this sense, the Italian intellectual exile constituted an important contribution to Argentine culture.
Throughout the exile period, some exiles were able to become prominent figures in the cultural life of Argentina, since they helped develop and establish academic centers and new lines of research to great effect in the local university life, as the itineraries of Rodolfo Mondolfo and Renato Treves demonstrate: the former did not return to Italy after the fall of fascism, and Treves went back, but kept his intellectual and emotional ties with the Argentine intellectual world alive.
On the whole, of the total CLES cultural activity during the period 1930-1951, the participation of the exiles barely represented five percent. However, that involvement enabled the expansion and permanence of ties that did not fail to stay active when the political conditions in Italy and Argentina changed and, as judged by the actors, tables were turned. It is no wonder, then, that the CLES enthusiastically welcomed Guido de Ruggiero in 1946, and that his lectures dwelled on the merits of the regained democratic freedoms in Europe, in the context of the triumph of Peronism in the elections of February that year. The conciliatory article by Treves, published in the magazine of the CLES, reveals a sense of defeat: praising Mondolfo’s intellectual qualities, it invited Peronist authorities to strengthen institutional and academic relations with Italy, since until that time such contacts had been the result of individual initiatives, which ran counter to the interest of the Argentine State.43 Although the intention was to mitigate the impact policies adopted by the new government could have on Italian exiles who still remained in the country, it was apparent that the generalized perception was that of a reworked version of the conditions of European fascism in the Atlantic periphery.
Participation of Italian exiles at the Free Collage of Higher Studies, 1939-1951. (Jews and non-Jews)
Year Lecturer’s Name Title of the Lecture Number of Lectures
1938
1939 Mario Mariani
Mario Mariani
Rodolfo Mondolfo D´Annunzio in the Context of Contemporary Literature
Study of Contemporary French Literature: From Verlaine to Cocteau
The Theory of Knowledge in the History of Philosophy 4
6
5
Rodolfo Mondolfo Tomasso Campanella 1
Renato Treves The Crisis of Democracy and the Transformation of Legal Science 1
Camillo Viterbo
Mario Mariani Insurance Overview
Pre-War Italian Theater 3
6
1940 Rodolfo Mondolfo The Political Philosophy of Nineteenth-Century Italy 3
1941 Torcuato Di Tella Social Security for Industrial Workers 1
1942 Giovanni Turin
Giovanni Turin
Rodolfo Mondolfo Literature and Cinema
Review of Orson Wells’s Citizen Kane
The Teaching of Philosophy at the Liceo italiano 1
1
1
Rodolfo Mondolfo Names and Trends in Contemporary Philosophy since Hegel: Ardigó. 1
Benvenuto Terracini Leopardi as Philologist 1
Benvenuto Terracini The Problem of Dead Languages 1
Renato Treves
Giovanni Turin The Purpose of the State in Contemporary Political Doctrines
The Philosophy of Leopardi 1
1
1943 Benvenuto Terracini The Problem of Translation 2
Rodolfo Mondolfo From Heraclitus to Polybius 2
Beppo Levi Study on Euclid 3
Benvenuto Terracini Languages and Culture 2
Renato Treves The Philosophical Problem of Law in Contemporary Thought 1
1946 Benvenuto Terracini Virgil and Beatrice. Review of Cantos I and II of the Divine Comedy. 2
Rodolfo Mondolfo Historic Action and Education of Leibniz’s Philosophy 1
Gino Germani Outline of a Social Psychology for a Time of Crisis 9
1947 Leone Lattes Human Selection in Emigration 1
Camillo Viterbo Economic Law 8
1948 Leone Lattes On Medicine and Emigration 2
Camillo Viterbo The Myth of Value 1
1949 Benvenuto Terracini What is Etymology? 1
Benvenuto Terracini The Place of Italian among the Romance Languages 1
Benvenuto Terracini The Concept of Linguistic Freedom 1
1951 Benvenuto Terracini The Close and the Remote Origins of the European Civilization 2
Source: This table is based on data gathered from Twenty years of work: May 20, 1930 - July 16, 1952, (Veintidos años de labor: 20 de mayo 1930–16 de julio 1952).
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English to Spanish: Student Dress Code section of a public school family information guide
Source text - English Student Dress Code
Fur and Leather
No real or imitation leather, fur or animal-skin jackets, coats, vests, pants or skirts are allowed.
Sweat Suits and Jogging Suits
No sweat pants or jogging pants with elastic at the bottom of the legs are allowed. No elastic fabric sportswear is allowed.
Torn Clothing
No clothing designed or altered to expose undergarments or parts of the body except arms or legs is allowed.
Jewelry
Because theft and loss are school security concerns, the wearing of precious jewelry in schools is prohibited.
1. No metal chains, ropes, necklaces, bracelets or rings are allowed.
2. No large or extravagant earrings are allowed.
3. No multi-fingered rings are allowed.
Exceptions:
1. Wedding rings for married students. (These students will have to supply proof to the school of their marriage.)
2. School rings.
3. Nonvisible metal religious items.
4. Medical identification bracelets.
Pants worn at waist
Pants should be worn appropriately at the waist without undergarments showing.
Underwear
No undergarments worn as outerwear are allowed. Clothing should be worn so that undergarments, including boxer shorts or bras, are not exposed.
Printed Matter on Clothes
Apparel printed with vulgar statements or statements promoting illegal drugs, alcohol, sex, violence and/or gangs is not allowed.
Footwear
Footwear such as slippers, thongs, "Heelys" and flip-flops are not allowed during the academic day or during school-sponsored activities.
Headwear
No hats, hair rollers or hair curlers are allowed during the academic day or during school-sponsored activities.
Bedtime Apparel
No pajama-type attire, undershirts or other bedtime attire is allowed during the academic day or during school-sponsored activities.
Shorts, Skirts and Tops
No shorts above the knee (when student is standing), halter tops, tank tops, spaghetti straps, muscle shirts or see-through tops are allowed. No miniskirts are allowed.
Translation - Spanish Código de vestimenta del estudiante
Prendas de piel y de cuero
No se permite el uso de chaquetas, abrigos, chalecos, pantalones o faldas de piel de animal, pieles, cuero o imitación cuero o piel.
Ropa de entrenamiento y equipos de gimnasia
No se permite el uso de pantalones de entrenamiento o de gimnasia con elástico en la parte inferior de las piernas. No se permite el uso de prendas deportivas de tela elastizada.
Prendas de vestir rasgadas
No se permite el uso de prendas de vestir diseñadas o alteradas para que se vea la ropa interior o partes del cuerpo, excepto los brazos o las piernas.
Alhajas
Por ser el robo y/o la pérdida tema de inquietud en la seguridad escolar, no se permite en las escuelas joyería de tipo precioso.
1. No se permiten cadenas, lazos, collares, brazaletes o anillos de metal.
2. No se permiten aretes grandes o extravagantes.
3. No se permiten anillos que cubren varios dedos.
Excepciones:
1. Alianzas de matrimonio, en el caso de estudiantes casados. (Estos estudiantes deberán presentar a la escuela evidencia de matrimonio).
2. Anillos escolares.
3. Objetos religiosos de metal que no están a la vista.
4. Pulseras con identificación médica.
Pantalones (caídos) a la cadera
Los pantalones deben llevarse apropiadamente a la cintura y sin que se vea la ropa interior.
Ropa interior
No se permite el uso de ninguna ropa interior como prenda exterior. Las vestimentas deben llevarse de modo que las prendas íntimas (bóxers, sostén, etc.) no queden a la vista.
Impresiones gráficas sobre las prendas de vestir
No se permite el uso de prendas impresas con frases vulgares o palabras que promuevan el consumo de drogas, alcohol, sexo, violencia y/o pandillas.
Calzado
No se permite el uso de calzado tal como pantuflas, chinelas, Heelys (zapatillas con ruedas) y sandalias playeras durante la jornada escolar o en actividades patrocinadas por la escuela.
Sombreros, accesorios para el cabello
No se permite el uso de sombreros, rizadores o ruleros durante la jornada escolar o en actividades patrocinadas por la escuela.
Ropa de cama
No se permite el uso de atuendos estilo pijama, camisetas u otras prendas de dormir durante la jornada escolar o en actividades patrocinadas por la escuela.
Pantalones cortos, faldas y blusas
No se permite el uso de pantalones que van por encima de la rodilla (cuando el estudiante está de pie), blusas que no cubren hombros y espalda, sin mangas, camisetas con tirantes finos, camisetas musculosas o blusas con transparencias. No se permite el uso de minifaldas.
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Translation education
Bachelor's degree - Instituto de Enseñanza Superior en Lenguas Vivas Juan Ramón Fernández
Experience
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